JUSTIFICACIÓN DE ESTE TRABAJO
A la muerte en el año 2004 del querido amigo don Rafael Rodríguez-Moñino Soriano y a petición de su familia, tuve el privilegio de trabajar, junto al poeta José Iglesias Benítez y Julia Rodríguez-Moñino Soriano, su hermana, en la reorganización de su bien surtida biblioteca, que por decisión del difunto en nota testamentaria, muchos de sus libros serían destinados a la Real Academia de la Historia, de la que él era miembro numerario; la parte que todavía quedaba en su poder de los papeles y legajos de su tío D. Antonio Rodríguez-Moñino sobre temas extremeños de los siglos XVI al XIX, una vez revisados y catalogados fueron enviados a la biblioteca pública de Cáceres que hoy lleva su nombre y el de su esposa María Brey, donde se conservan donaciones anteriores importantísimas para la historia de Extremadura, y el resto, magnífico exponente de lo que habían sido sus estudios y publicaciones durante su fecunda vida, dividida entre sus familiares.
No obstante, aquella parte que no despertó la curiosidad o el interés de dichos familiares y dado el cuantioso número de ejemplares que conservaban los anaqueles de su domicilio, quiso la familia que pasase a nuestro poder, que hoy forman parte privilegiada de mi biblioteca personal –y de la de Iglesias–, para nuestro deleite y regocijo, pues los dos somos bibliófilos y amantes de las buenas lecturas.
No solamente libros componían la apetitosa biblioteca del querido amigo Rafael. Siguiendo los pasos de su maestro y guía en estos menesteres artísticos, y dada su condición de académico, profesor y diplomático, había reunido durante su vida infinidad de obras de arte muy interesantes en su conjunto. Y legajos. Infinidad de legajos, documentos y papeles varios, muchos de ellos preparados para una próxima publicación, que poco a poco estudiaremos y valoraremos para darlos a conocer dentro de nuestras limitadas posibilidades.
Entre esos papeles varios, llamó mi atención un puñado de amarillentas cuartillas atadas con fino cordel, al frente de las cuales aparece de letra de principios de siglo y ajena a la mano de su actual propietario, una referencia: Asesinato de D. Matías Vinuesa. Archivo del Ministerio de Justicia. Legajo n.º 5. Índice del Sumario. 1821.
Confieso que no conocía al tal señor Vinuesa ni las causas de su asesinato, pero mi curiosidad y las fuentes de donde procedían los papeles me llevó a investigar al personaje. Afortunadamente para mí, en los nuevos medios de comunicación informáticos hay infinidad de referencias a D. Matías Vinuesa, cura que fue de Tamajón (Guadalajara), Arcediano de Tarazona y capellán de honor de S. M. Fernando VII, así como noticias de su terrible muerte en la cárcel de la Corona de Madrid, a causa de su implicación en una posible trama golpista contra el gobierno constitucional del Trienio Liberal.
Mi interés fue creciendo conforme aparecían nuevos datos sobre dicho asesinato y las consecuencias políticas que de él se derivaron en momentos de duro enfrentamiento entre realistas y liberales, es decir sobre el primer cuarto del siglo XIX, por lo que empecé a indagar posibles trabajos publicados sobre este tema. Debo aclarar que si bien he encontrado cientos de referencias sobre muchas de las circunstancias que rodean el caso, no he hallado, seguramente porque no he sabido buscar o porque no existan, ningún libro que particularmente nos aclaren en su conjunto los que desperdigados aparecen en las citadas referencias o reseñas.
Yo sabía y tenía en mi poder un magnífico trabajo de Rafael Rodríguez-Moñino Soriano sobre los exiliados del XIX, titulado: Infortunios y sombras testimoniales de España en sudeste de Francia (de 1814 a 1941), así como le había escuchado en nuestras numerosas conversaciones su interés sobre este tema del exilio de los liberales, por lo que no sabía si estos papeles eran parte de dicho libro publicado, o si los conservaba para un posible nuevo trabajo. Una vez comprobado en su abundante bibliografía que estaba inédito, sufrí la tentación de recuperar todo cuanto documento apareciera, para después tomar la decisión, de una vez reunido el material, qué hacer con el mismo, cuestión en aquellos momentos dudosa.
Mi primer paso, una vez leídas con atención las notas sobre el Sumario que componían las cuartillas y viendo que estaba incompleto, fue dirigirme al Archivo del Ministerio de Justicia que, después de algunas desavenencias y malos entendidos conseguimos se nos facilitara el Legajo sobre el asesinato del cura de Tamajón y poder completar así nuestros datos.
Una vez decidido en seguir adelante con el trabajo y puestas en mis manos infinidad de información sobre el mismo, se me presentó una nueva duda: ¿Qué hago yo con toda esta información que merezca la pena ser puesto en estado de ser leido por otras personas? Pensé hacer, dentro de mis limitaciones, una novela histórica, pero tengo que confesar que hace mucho tiempo que no me gustan las novelas a no ser que tengan una calidad contrastada, cosa que en estos momentos de vaciedad literaria y proyectos puramente comerciales, no me inclinaban a perseverar en tan trillada senda. Puedo hacer una biografía con ribetes históricos, me dije, pero no encontraba sugerente la historia del cura Vinuesa como para poder hacer un trabajo histórico que empezaba y terminaba poco más que en la muerte del personaje. Así que después de mucho pensar, decidí plasmar, precedido de una breve introducción histórica del momento en que se produce el suceso, íntegramente los documentos que tengo en mi poder, siguiendo una cronología que le haga atractivo y al mismo tiempo refleje la realidad del triste acontecimiento de la muerte del cura Vinuesa.
Cuando se escribe de o sobre Historia, podemos comprobar que siempre se utilizan a personajes o acontecimientos de gran relevancia para dar verosimilitud a lo que estamos relatando. Por el contrario, muy pocas veces, personajes secundarios o acontecimientos aparentemente sin demasiada importancia, como lo pueda ser el asesinato en tiempos de revoluciones y asonadas políticas y militares de un pobre cura por defender posturas contrarias a las vigentes, es motivo de atención para relatar hechos históricos. Y sin embargo, leyendo estas vulgares noticias oficiales sobre la muerte del cura de Tamajón podemos acercarnos a tiempos de la historia donde se enfrentan a muerte ideologías tan radicales como la de los liberales y la de los realistas; nos introduciremos en los focos revolucionarios donde se cocinaban toda clase de revueltas y de donde salían las huestes revolucionarias a la búsqueda de enfrentamientos con los seguidores de la monarquía o de la iglesia; podremos adivinar cómo otras fuerzas, desde la clandestinidad, azuzaban a unos y otros para sacar partido de los enfrentamientos. Constataremos como Constitución, Justicia, Cortes, Monarquía, Lealtad, etc., solamente ¿eran? conceptos que nadie respetaban si no era para un mayor provecho hacia sus propias convicciones. Y, sobre todo, cómo a través de este singular y triste acontecimiento, por otra parte tantas veces repetido en nuestra historia pasada y moderna, como es el vil asesinato de un hombre por tener ideas contrarias a las nuestras, podremos seguir las luchas entre enemigos que nunca dan la cara y que al final son los que se llevan la victoria en cualquier lucha de clase: la burguesía anticlerical y las órdenes eclesiásticas, verdaderos factores desestabilizadores de la sociedad en todos los tiempos, siempre que haya ganancias que acaparar.
Por último, aún más a la sombra y por lo tanto más peligrosas que las enunciadas anteriormente, las sociedades patrióticas, donde se deja ver la influencia de la masonería de aquellos tiempos y la perfecta capacidad de ensombrecer con una tupida tela de araña cualquier actuación de la justicia. En el Sumario de la causa del asesinato del cura Vinuesa tendremos el mejor ejemplo de cómo se manipulan los hechos y a las personas para que nada pueda ser clarificado y, naturalmente, si alguien tiene que pagar por lo sucedido, nunca serán los instigadores, que nadie conoce y que siempre quedan a la sombra para recoger los frutos finales.
Espero haber acertado en la idea.
Ricardo Hernández Megías.
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