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Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia por D. Vicente Barrantes


L E I D O S  A N T E  L A
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
E N  L A  R E C E P C I Ó N  P Ú B L I C A
D E L  E X C M O. S R.
DON VICENTE BARRANTES,
E L 1 4 D E E N E R O D E 1 8 7 2;
C O N  U N A  B I O G R A F Í A  D E  É S T E
P O R
D. ANTONIO CORTIJO VALDÉS,
Presidente que ha sido de la Diputación provincial de Badajoz
y Diputado a Córtes.




Introducción y edición de RICARDO HERNÁNDEZ MEGÍAS
Impresa fue la presente obra, en Madrid, por D. Julián Peña.



INTRODUCCIÓN
He aquí al último de una trilogía de hombres nacidos en Extremadura cuyos conocimientos bibliográficos y trabajos de erudición sobre dicha materia, crearon escuela en España y a quienes se les debe admiración y agradecimiento en el mundo de las Letras: nos referimos al pacense Don Vicente Barrantes Moreno, quien completa el trío formado por Don Bartolomé José Gallardo, su maestro, y Don Antonio Rodríguez-Moñino, su aventajado alumno, quien tendría palabras de admiración al calificarle como: “bibliófilo diligente, escrupuloso y exquisito, que supo allegar una inmensa cantera de materiales para labrar, con los sillares de ella extraídos, el edificio gigante y glorioso del pasado regional. Pocos casos tan firmes de amor, tesón y competencia hermanados en un investigador.” 
Nacido en la ciudad de Badajoz, el 24 de Marzo de 1829, hijo de don Manuel Barrantes López, y de doña Josefa Moreno Barreros, familia de pocos recursos económicos en los tiempos de su nacimiento, pero con larga trayectoria familiar de personajes con alguna relevancia en la historia de Extremadura.
Como hijo de familia distinguida y sin dinero, el niño Barrantes, siguiendo el camino trillado por tantos jóvenes extremeños como hemos estudiado en nuestros apuntes biográficos, ingresará en el Seminario pacense de San Atón para estudiar Humanidades. Tan cortos son los recursos económicos de la familia, que el novel estudiante tendrá que abandonar el Seminario a la muerte de su padre, en 1841, y conseguir un empleo con el que poder mantener a la necesitada familia huérfana del socorrido apoyo paterno. Nunca llegaría nuestro autor a terminar estudios concretos, aunque sus inquietudes culturales le llevarían a profundizar en varias materias de las que llegaría a ser un excelente conocedor por todos reconocido. Barrantes será un enciclopedista autodidacto.
En el año 1843, con motivo de unos exámenes para la Administración militar, viajará Barrantes por primera vez a Madrid, viaje que según la opinión de su primer biógrafo y amigo, Antonio Cortijo Valdés (Presidente que fue de la Diputación provincial de Badajoz), y sin que especifique en qué ambientes literarios madrileños se movería el pacense, sería el inicio de su temprana vocación literaria.
Es cierto, y ello confirma las palabras de Cortijo, que al regreso desde Madrid a su ciudad natal, comenzaría el idilio del extremeño con las musas poéticas, ya que con quince años y una total falta de preparación académica dará a publicar algunas poesías en el periódico local El Guadiana -dirigido por don Rafael Cabezas-, poesías que ya por aquellas fechas tocaban temas “históricos " de la provincia.
También, como tantísimos extremeños de todos los tiempos que hemos pretendido salir de los limitados campos profesionales y culturales a que Extremadura nos condenaba a los muchachos sin recursos económicos, en 1848, se trasladará a vivir, ya para siempre, el joven Barrantes a Madrid. Son años de incertidumbre, de soledades dolorosas donde la falta del cariño materno y la nostalgia de la tierra, hagan vacilar en muchas ocasiones la voluntad de seguir en la capital del reino. (Algún día escribiremos en primera persona este drama de la inmigración, donde el desarraigo familiar y la pérdida de identidad con la tierra de nacimiento y con su gente, ha creado y sigue creando verdaderas tragedias personales)
Pero Madrid ha tenido siempre un encanto especial para los jóvenes de provincias, y Barrantes, que desde que pisó suelo madrileño soñaba con abrirse camino en el mundo literario, frecuentaría el mundo de la bohemia literaria que por aquellos años de mediados del siglo XIX se reunía alrededor de una mesa de mármol de cualquier café madrileño para arroparse en sus miserias y alimentarse con los deseos de triunfos venideros, a falta de alimentos verdaderos con los que llenar sus estómagos. Este cuadro lo completaba el extremeño malviviendo en una concurrida pensión de la calle de Jacometrezo.
El propio Cortijo Valdés, que también vivió aquellos desolados años de juventud, nos describe el solanesco cuadro diciéndonos: “Era entonces el café de Venecia un verdadero centro literario, en cuyo modesto recinto no había poeta, ni aprendiz de poeta, que no pasara algunas horas de la noche, satisfechos los menos, y hambreados los más que era una desdicha” (2)
Cuando la situación se iba haciendo tan insostenible que ni el estómago aguantaba más, ni mucho menos el casero al que se le debían varios meses de retraso, Barrantes consigue, en 1850, una modesta colaboración en el periódico madrileño La Ilustración, dirigida por don Ángel Fernández de los Ríos, que le abriría nuevos horizontes al desmotivado jovenzuelo.
Pero no todo fueron desdichas. La cruel falta de alimentos físicos había sido sustituida por abundantes lecturas, que en estas nuevas circunstancias tan favorables para Barrantes iban a servirle de estimable ayuda en su nuevo quehacer literario.
Con La Ilustración se le ofrecieron el Semanario Pintoresco, Las Novedades y la famosa Biblioteca Universal; de todas ellas sería Barrantes un colaborador infatigable: Poesías, novelas, artículos de costumbres, traducciones más o menos rigurosas, etc. Todos los palos eran buenos para el debutante muchacho que ahora veía cómo se le ensanchaba el horizonte que él hubiera soñado tantas veces desde su Badajoz natal.
Aquel jovenzuelo que en el Seminario de San Atón había descubierto un mundo de fantasías a través de la selecta Biblioteca de la Institución - seguramente la mejor de Extremadura en aquel tiempo-, se lanza ahora en esta nueva etapa de Madrid a recuperar el tiempo perdido en sus estudios, pero sin ningún tipo de orientación ni disciplina. Así, comenzará estudios de historia, de economía, de ciencias sociales y políticas, de literatura, etc., que un cuerpo enfermizo como era el suyo, poco provecho podía sacarle a tan ambiciosos proyectos; si a ello le añadimos su situación familiar, en la que su corta ayuda económica era imprescindible para que malvivieran su pobre madre y sus dos hermanas pequeñas, tendremos completado el cuadro social en el que se desenvolvería nuestro personaje por los años cincuenta de su siglo.

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