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BREVE EPISTOLARIO DE DON ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO

EPISTOLARIO DE D. ANTONIO
RODRÍGUEZ-MOÑINO

(Homenaje en el primer centenario de su nacimiento 1910-1970)


El 14 de marzo de 1910, venía al mundo en un pueblo de la Baja Extremadura, Calzadilla de los Barros, el insigne escritor don Antonio Rodríguez-Moñino, que con el paso de los años y hasta su prematura muerte en Madrid, el año 1970, iba a ser considerado como uno de los más importantes bibliógrafos y bibliófilos del siglo XX (Príncipe de los bibliógrafos, le llega a llamar el prestigioso Marcel Bataillon en una de sus cartas)

Si sus más importantes logros están relacionados con la recuperación y publicación de importantes Cancioneros y Romanceros de lengua castellana de los siglos XVI y XVII, hasta esos momentos perdidos u olvidados en los fondos insondables de las más importantes bibliotecas del mundo y, por lo tanto, desconocidos muchos de ellos hasta para los especialistas más avezados, su obra abarca otros muchos campos de la literatura, de las artes, del folklore, etc. no siendo el menos importante la extraordinaria labor de recuperación de epistolarios de hombres fundamentales de la historia de España.

Tan extraordinaria fue esta labor, que es bien conocido el que los libreros de viejo, traperos y dueños de almacenes de papel usado, en cuanto veían un paquete con legajos o cartas, se ponían en contacto con tan especial cliente, al que muchas veces le regalaban tan “extraños” papelotes, para ellos destinados a la destrucción, o se lo vendían por lo estipulado, según sus conocimientos del material en discordia.

Fue así como don Antonio, amante y defensor a ultranza de lo que él llamaba “joyas literarias imprescindibles”, fue rescatando infinidad de correspondencia, sobre todo de los siglos XVIII y XIX, tiempos aquellos en que la comunicación se hacía siempre de forma epistolar y, por lo tanto, dejando constancia de primera mano de los asuntos, en este caso primordialmente de temas literarios o culturales, que se trataban entre personajes de relevancia en el mundo de las letras, de la política o de la cultural en general.

Naturalmente que no todo lo que le llegaba a sus manos tenía valor suficiente como para ser estudiado e impreso, pero, en su conjunto, y según su valoración personal, ayudaban a completar a aquellos que sí merecieron el honor de ser estudiados y dados a las prensas.
Si repasamos el enorme número de trabajos impresos por don Antonio en sus escasos sesenta años de vida, nos encontraremos hasta un total de once epistolarios impresos que, nosotros, para aviso de posibles lectores interesados en el tema vamos a volver a enumerar, con el único fin de facilitarles la tarea:

1. Tres cartas inéditas de don Bartolomé José Gallardo (1849-1852. Revista del Centro de Estudios Extremeños. Tomo III. Badajoz, 1929, páginas 83-92. Tirada de 100 ejemplares (se destruyeron 60)

2. Epistolario inédito de Henry Harrise con Zarco del Valle (1885-1892). Editorial Castalia. Valencia, 1952. Tirada de 50 ejemplares. Publicado antes en la Revista Bibliofilia, VI, páginas 29-38. Un ejemplar en la Biblioteca Santa Ana de Almendralejo, signatura MCR-1118 y ejemplar de Bibliofilia en poder de don Manuel Bercero.

3. Epistolario del P. Enrique Flórez O.S.A., con don Patricio Gutiérrez Bravo (1753-1773). Imprenta y Editorial Maestre. Madrid, 1954. Tirada de 75 ejemplares numerados. Publicado antes en el Boletín de la Real Academia de la Historia, 1954, páginas 395-454.


4. Cartas cantan. De don Bartolomé José Gallardo a doña Frasquita Larrea de Böhl y de ésta a don Juan Bautista Arriaza (1829-1854). Tipografía Moderna. Valencia, 1954. Tirada de 50 ejemplares numerados.

5. Cartas inéditas de don Bartolomé José Gallardo a don Manuel Torriglia (1824-1833). Editorial Maestre. Madrid, 1955. Tirada de 100 ejemplares numerados. Publicado antes en el Boletín de la Real Academia de la Historia CXXXVII (1955), páginas 61-117.


6. Cartas inéditas de Don Pascual de Gayangos a Don Adolfo de Castro sobre temas bibliográficos (1849-1861). Imprenta y Editorial Maestre. Madrid, 1957. Tirada de 75 ejemplares numerados. Publicado antes en el Boletín de la Real Academia de la Historia CXLI (1957), páginas 287-329.

7. Epistolario de Menéndez Pelayo con don José López Prudencio (1902-1910). Imprenta Provincial. Badajoz, 1958. Publicado antes en Revista del Centro de Estudios Extremeños, XIV (1958), páginas 251-265.


8. Epistolario del pintor Don Vicente Esquivel con Mr. Alfred Weil (1872-1883). Editorial Sánchez Ocaña. Madrid, 1958. Tirada de 50 ejemplares. Publicado antes en Academia, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, nº 6. Madrid, 1958, páginas 25-70. Biblioteca Santa Ana de Almendralejo, signatura SEP 1659.

9. Epistolario inédito de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda (1841-1871). Tipografía Moderna. Valencia, 1959. Tirada de 100 ejemplares. Publicado antes en la Revista Hispanófila, nº 6 (1959), página 1-52. Biblioteca Nacional de Madrid. Signatura VC/ 3643 / 27.


10. Cartas políticas de Marqués de Labrador (París-Viena, 1814). Imprenta Provincial. Badajoz, 1959. Tirada de 50 ejemplares. Publicado antes en Revista de Estudios Extremeños, XV (1959), páginas 579-608.

11. Correspondencia de D. Bartolomé José Gallardo (1824-1851). Cuarenta cartas inéditas. Imprenta Provincial. Badajoz, 1960. Tirada de 100 ejemplares. Publicado antes en Revista de Estudios Extremeños, XVI (1960), páginas 109-175.

Como podemos comprobar por lo reseñado, importante es el rescate de los epistolarios, pues importantes y muy significativos para el mundo de la bibliografía son los personajes que las escriben.

Para nosotros, los extremeños, son de una importancia extrema la correspondencia publicada –la poca que nos ha llegado hasta nuestros días– del insigne bibliógrafo y bibliófilo don Bartolomé José Gallardo, nacido en Campanario (Badajoz), en 1776 y muerto en Alcoy (Alicante), en 1852, cuando se encontraba a la búsqueda de una joya literaria en aquella ciudad, porque aparte del respeto y admiración que por él sentía don Antonio Rodríguez-Moñino, de su correspondencia se desprenden muchas verdades sobre temas bibliográficos, que como nos dice agudamente Miguel Artigas “todavía, a pesar del tiempo trascurrido, ofrecen valiosas pistas para correr muy buenas liebres en el campo de los libros y papeles viejos”, así como muchos indicios sobre el luctuoso hecho acaecido en 1823, recogido por el mismo don Antonio en su libro La de San Antonio de 1823. Realidad y leyenda de lo sucedido con los libros y papeles de Don Bartolomé José Gallardo, Valencia 1957.

Muchas son las causas que denuncia el extremeño para concienciar a los bibliógrafos y bibliófilos de la importancia de los epistolarios y del peligro que para la cultura actual puede tener su desaparición por motivos, bien de las nuevas técnicas, o bien, por la falta de tiempo del hombre moderno. Veamos cómo trata el tema cuando estudia la correspondencia del pintor Vicente Esquivel: “Dos causas fundamentales hay que señalar al historiador futuro para que pueda explicarse la carencia de epistolarios con que se va a enfrentar cuando quiera trazar la crónica de la sociedad de nuestra época: una es la falta de tiempo que impone la vida actual con sus múltiples complicaciones; otra, la cobardía de muchísimas personas que no quieren fijar por escrito sus pensamientos íntimos ante el doble temor de tener que traicionarlos al día siguiente o ante la desconfianza del uso que el corresponsal hará de sus líneas.
Salvo rarísimas excepciones, hay que desconfiar siempre de las personas que no escriben cartas, porque, en principio, lo menos que demuestran es cerrado egoísmo, incapacidad para el afecto e inseguridad en sus convicciones y en la amistad. La mayor alegría que puede tener un hombre noble es conversar con sus amigos muertos o ausentes a través de las cartas que le escribieron.

El autor de estas líneas confiesa que al aproximarse a la edad en que comienzan a ser substancia viva los recuerdos, pocos goces le son comparables al que experimenta cuando elige al azar un legajo, entre los varios millares de cartas que cuidadosamente conserva, con los testimonios del afecto que le unió a personas hoy desaparecidas.”

Nosotros sí hemos querido, como homenaje al maestro de los bibliófilos en el primer centenario de su nacimiento, recuperar algunas de sus cartas inéditas que se conservan en poder de sus familiares y que dada su importancia, no podían quedar en el olvido.

Sabido es que el matrimonio Rodríguez-Moñino/ Brey, con la generosidad de la que siempre hicieron gala, donaron a la Real Academia todos sus importantísimos fondos bibliográficos, entre los que se encuentra el grueso de su epistolario, aún pendiente de estudio y posible publicación, a la que nosotros nos adelantamos en estas fechas tan memorables.

Don Antonio, sabedor de la importancia de su trabajo bibliográfico y del valor que para los estudiosos venideros tendría su correspondencia con los hombres más sabios y comprometidos con el mundo de la cultura, no solamente guardó la correspondencia recibida de cada uno de sus amigos, discípulos y consultores sobre temas culturales, sino que, previsor y siendo él mismo sujeto doliente de la falta de respuestas en los epistolarios rescatados, estudiados y publicados, tomó la precaución de copiar todas y cada una de las cartas que fue escribiendo, llenando por esta vez el vacío que en otras ocasiones había denunciado.

Naturalmente, que al haberse fraccionado el grueso de su correspondencia y quedar una pequeña parte de ella en manos de la familia, muchas cartas personales y respuestas de sus receptores están en los citados fondos de la Real Academia, sin su correspondiente catalogación, por lo que al recuperarlas nosotros para esta ocasión, notas y respuestas, en muchos casos, no se corresponderán. Sin embargo, leyendo unas y otras, aun por separado, nos van a dar una idea global y entrañable de cuál era la amistad de estos grandes hombres de la cultura, y cuán grande era el respeto hacia don Antonio Rodríguez-Moñino.

El trabajo lo componen un total de treinta y nueve cartas, notas y postales de Rodríguez-Moñino a distintos intelectuales nacionales e internacionales, y noventa y cinco de los numerosos amigos del maestro a lo largo de los años mil novecientos cuarenta y cinco, y hasta mil novecientos ochenta dos, estas últimas dirigidas a su esposa doña María Brey, después del fallecimiento de su esposo, siguiendo un orden cronológico y, respetando fielmente los textos. Hemos añadido al final de las mismas un curioso documento, sin firma ni fecha, pero creemos que de Dámaso Alonso, interesante para el proyecto presente. También hemos querido recoger en este trabajo de recuperación, otros textos que, aunque apartándose del original objetivo, tienen que ver mucho con los problemas por los que pasó el bibliógrafo extremeño, una vez pasada la guerra civil y hasta muy avanzado los años sesenta del pasado siglo. Ellos por sí solo explican el grado de implicación de sus amigos en la defensa que se hizo de su persona y el grado de estupidez de las autoridades políticas y académica españolas, pues mientras don Antonio era homenajeado como uno de los grandes bibliógrafos por las universidades norteamericanas, aquí, en su patria, seguía inmerso en castigos inadmisibles, como lo fue el apartamiento de su Cátedra y el destino en un Instituto de provincia, como también nos aclararán quiénes fueron algunos de los personajes que le negaron su entrada en la Real Academia en una primera y segunda ocasión y cuáles fueron los ruines motivos alegados para su no inclusión en la terna. Aunque esto ya ha sido estudiado y publicado –de manera general–, nosotros tenemos la oportunidad de ofrecer de primera mano lo que el maestro sintió en esos momentos, llevados de su propia mano al papel como un desahogo personal. Con la distancia de los años, ya tan amplia, y los personajes señalados ya fallecidos, creemos que escribir sus nombres no daña su prestigio y sí aclaran unos años y unas circunstancias tan difíciles como son los años de postguerra, con sus odios, envidias y censuras.

Cartas de Camilo José Cela, Lázaro Carreter, Buero Vallejo, Marcel Bataillon, Jorge Guillén, Guillermo Díaz-Plaja, Hayward Keniston, Jesús Fernández Santos, Eduard Wilson, Emilio Alarcos, Luis Rosales, etc., explicarán mejor que podamos hacerlo nosotros quién fue tan extraordinario personaje y su importancia en el mundo de la cultura española del pasado siglo XX.

Queremos agradecer la valiosa colaboración en la corrección de los textos de nuestro amigo Rafael Hernández.

Julia Rodríguez-Moñino Soriano
José Iglesias Benítez
Ricardo Hernández Megías.

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