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I Jornadas Peregrinas del Camino Real de Guadalupe


La importancia de la Comunidad Jerónima en el desarrollo histórico y cultural de La Alcarria y Las Villuercas.

(Ponencia en la I Jornadas Peregrinas del Camino Real de Guadalupe, Guadalajara-Lupiana, 5, 6 y 7 de abril de 2013)

Por la importancia que tendrá en el futuro para nuestra tierra extremeña, vamos a hacer una breve reseña del cómo y el porqué se fundó el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, a partir de una pequeña ermita levantada en lo alto de la ladera frontera con el pueblo de Lupiana, en 1330, por el caballero don Diego Martínez de la Cámara, en honor del apóstol San Bartolomé, y allí fue enterrado a su muerte. Don Diego era tío de don Pedro Fernández de la Pecha, y a la muerte del primero, éste solicitó y le fueron concedidas las dos capellanías con la que estaba dotada la ermita. Don Pedro, que fuera el primer prior del Monasterio de Lupiana, por humildad, dejaría dicho priorato en manos de fray Fernán Yáñez de Figueroa, natural de Cáceres, hijo de uno de los oficiales de cámara del rey Alfonso XI.

Don Pedro Fernández de la Pecha había nacido en 1326 y pertenecía a una familia de la nobleza que se había instalado en Guadalajara. Bien posicionado en la sociedad alcarreña, para comenzar las obras del monasterio contó con la ayuda económica de su madre, de su hermana y de la nobleza de la zona, entre la que destacaba la familia Mendoza. Muy apegado al monasterio fue don Íñigo de Mendoza, I marqués de Santillana. Casi dos siglos después, fue construido, sobre el preexistente, y según diseño de Alonso de Covarrubias, el claustro mayor, una de las joyas del renacimiento español. Reyes y nobles contribuyeron durante cuatrocientos años al engrandecimiento del Monasterio, hasta la desamortización de Mendizábal, en 1836, en que los monjes tuvieron que abandonarlo, distribuyéndose ya como laicos, por los más variados lugares del país, encontrando empleo, muchos de ellos, en empresas musicales, gracias a la obligada formación, de siete años en ese Arte, que la orden jerónima imponía a sus frailes.

La importancia del Real Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, es indudable, por ser Casa madre y principal de la Órden de los Jerónimos en la Península Ibérica. Será en el siglo XVI, el de mayor apogeo del Monasterio, cuando Felipe II acepte el patronazgo de su Capilla Mayor y les conceda el Señorío de Lupiana.




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