jueves

Guadalupe y la primavera de Francisco

Guadalupe y la primavera de Francisco
VICENTE SANCHEZ-CANO
PRESIDENTE DE GUADALUPEX

El único caso en Europa en el que la patrona de una Comunidad Autònoma o región depende eclesiásticamente de una diócesis ajena a su territorio

La llegada del papa Francisco, hace más de un año, supuso una bocanada de aire fresco en un ambiente viciado, así como un rayo de esperanza para los que confían en una Iglesia com­prometida con los pobres, con los más débiles, en definitiva, con el mensaje evangélico. A veces, esas expectativas de cambios no corren parejas a los deseos y a los tiempos de la mayoría de los cristianos, que aspiran a una presencia y a un compromiso más activos de la Iglesia en las ne­cesidades de la sociedad actual. Es obvio que la re­novación de unas estructuras obsoletas requiere un esfuerzo ingente de audacia y de trabajo por parte de las personas llamadas a liderar tan ambi­cioso proyecto. Así como, que se necesita su tiem­po para poder llevarlo a cabo, máxime cuando al­gunos sectores de la propia iglesia mantienen ac­titudes y comportamientos contrarios a ese espí­ritu de cambio. Por lo que se refiere a la Iglesia es­pañola, al nombramiento de monseñor Blázquez, como presidente de la Conferencia Episcopal, se une ahora el de monseñor Osoro como arzobispo de Madrid, en sustitución del cardenal Rouco. En opinión de muchos expertos en temas eclesiásti­cos, esta designación viene a hacer recaer sobre sus hombros, además de la mayor y más importante diócesis española, la no menos importante tarea de poner en sintonía a la Iglesia española con la primavera que la llegada del papa Francisco repre­senta. En definitiva, lento pero sin pausa, el anun­ciado cambio que dé paso a tan ansiada primavera parece que sigue su cauce.

Según publicaba recientemente este diario, y aunque todavía no es oficial, fuentes eclesiásticas han confirmado a HOY el pró­ximo nombramiento de mon­señor Morga, actual secreta­rio de la Congregación del Cle­ro en el Vaticano, como arzo­bispo coadjutor de la Iglesia de Extremadura, con derecho a suceder al vigente arzobis­po García Aracil, que en mayo de 2015 pasará a la condición de emérito por jubilación, al cumplir los 75 años de edad. Una vez más, y en lo que res­pecta a la Iglesia en Extrema­dura, se produce una curiosa coincidencia. La creación de la provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz tuvo lugar en 1994, el mismo día que se nombraba arzobispo de Madrid a monseñor Rou­co. Estos veinte años de dominio absoluto de la Iglesia Española, por parte de Rouco Várela, como presidente de la Conferencia Episcopal, han repre­sentado uno de los periodos de mayor inmovilismo religioso de los últimos tiempos, con actitudes y comportamientos muy alejados de las necesida­des del pueblo de Dios, como pone de manifiesto la actual situación de la Patrona de Extremadura, Santa María de Guadalupe que, veinte años des­pués de constituirse por bula papal la provincia eclesiástica de Extremadura, sigue perteneciendo a la diócesis de Toledo, siendo el único caso en Eu­ropa en el que la patrona de una Comunidad Au­tónoma o región depende eclesiásticamente de una diócesis ajena a su territorio.

En el caso concreto de la Iglesia extremeña, he­mos de manifestar que, en nuestros encuentros con los prelados extremeños, siempre hemos ob­servado una favorable disposición para solucionar el anacronismo histórico que supone la actual si­tuación de nuestra Patrona, pues entienden que es importante para su labor pastoral resolver esta anomalía. Este comportamiento contrasta con el mantenido por la alta jerarquía eclesiástica tole­dana que, durante estos más de ocho años que lle­vamos reivindicando una solución al problema, y a pesar de nuestras reiteradas peticiones de diálo­go, hasta el momento, en una actitud de inmovilismo total, no hemos merecido ni respuesta. Evi­dentemente, sin un acuerdo de las partes implica­das, no habrá pronunciamiento de la Santa Sede. En esta situación, entendemos que los obispos ex­tremeños están obligados a intensificar sus gestio­nes con la alta jerarquía eclesiástica de Toledo, para hacerles recapacitar sobre su actitud de cerrazón, y abrir cauces de reflexión sobre el nuevo espíritu evangélico que anuncia Francisco y la actual situa­ción de la Iglesia en Extremadura, huérfana, ecle­siásticamente, de su Patrona y de su principal sím­bolo de identidad. La llegada del nuevo arzobispo, del que esperamos una mayor sensibilidad y com­promiso que su predecesor, puede constituir un importante refuerzo para la definitiva solución de este gratuito agravio a la sociedad extremeña. Gua­dalupe necesita que esos nuevos aires que anun­cia la primavera del papa Francisco corran por la sierra de Altamira, para que su auténtica vocación extremeña se haga plena, también en el aspecto eclesiástico.


Nosotros seguiremos luchando por nuestro ob­jetivo: Conseguir que la Patro­na de Extremadura, Santa Ma­ría de Guadalupe, cuyo Monas­terio y Basílica se encuentran en la localidad extremeña de Guadalupe, se integre también eclesiásticamente en una dióce­sis extremeña, además de los 31 pueblos extremeños que actual­mente dependen de la diócesis de Toledo. Y lo hacemos con el firme convencimiento de que «más fuerza tiene el tiempo para deshacer y mudar las cosas que las humanas voluntades», como acertadamente nos dice Cervan­tes por boca de Don Quijote. Por­que nuestra idea de este tiempo es positiva, evolutiva y cons­tructiva. Concebido como ese espacio en el que de­bemos llevar a cabo, con nuestro trabajo honesto, nuestras obligaciones y nuestros compromisos. Y para ello contamos con un grupo de personas de buena voluntad, que escatimando tiempo a su fa­milia y a sus responsabilidades profesionales, y con harta generosidad de sus bolsillos, dedican todos sus esfuerzos a defender con lealtad lo que consi­deran una afrenta a la dignidad del pueblo extre­meño. Dice Oscar Wilde que «el deber es lo que es­peramos que hagan los demás, no lo que hacemos nosotros mismos». Sin embargo, la sociedad extre­meña en pleno se ha encargado de desmentir este aforismo con su apoyo y respaldo a la normaliza­ción de este anacronismo histórico. Y esa es nues­tra fuerza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las entradas mas visitadas la última semana