PRÓLOGO
En la vida diaria, y eso todos lo
podemos observar asiduamente si ponemos un poco de atención, veremos que hay
hombres que se asemejan a los pavos reales: necesitan extender las suntuosas y
bellas plumas de su cola para llamar la atención a su alrededor, aunque al
final, triste realidad, todo quede en que el animal no es más que una simple
gallinácea. Es decir, toda su belleza es exterior, momentánea, innecesaria,
incapaz de comprender a qué vienen tales aspavientos, sin que tengan un fin que
lo justifiquen.
Por el contrario, afortunadamente,
también nos encontramos a nuestro alrededor con otros hombres completamente
diferentes. Han hecho de la sencillez la mejor de sus virtudes y andan entre
nosotros haciendo el bien, pero sin que ello se note demasiado. En muchos casos
son personajes incomprendidos, porque en este mundo de rivalidades obscenas no
hay sitio para la humildad; incluso, nos puede llegar a molestar su sencillez,
su falta de rivalidad, cuando andamos por este mundo a empujones, esforzándonos
en desplazar de su sitio a nuestros rivales para ocupar nosotros el de ellos.
No podemos llegar a entender que haya hombres a quienes les tenga sin cuidado
el lugar que ocupen en la sociedad y que no pretendan ganar los puestos
eminentes con buenas o con malas artes.
Esta somera introducción sobre la
condición humana podría servirnos como carta de presentación para el poeta que
hoy, felizmente para aquéllos que le queremos y valoramos en su justa medida
sus cualidades líricas, ha decidido plasmar en forma de libro sus composiciones
poéticas. Nos estamos refiriendo al poeta Francisco Cerro Ramos, miembro de la
Real Orden de los Caballeros del Monasterio de Yuste, de la Asociación de
Escritores y Artistas Españoles y de la Editorial Beturia. Además, entre otras
muchas tareas, ocupa en estos momentos la presidencia del Círculo Extremeño de
Torrejón de Ardoz.
Tenemos que reconocer que nos cuesta
ser imparciales a la hora de hablar de Paco Cerro, pues nos consideramos su
amigo, así lo tenemos a gala, y ya sabemos que los amigos no somos los más
adecuados a la hora de ensalzar tus valores, por muy a la vista que éstos
estén, pues el roce diario hace que los méritos y los defectos se vean de
manera más suavizada.
Pero nos vas a permitir, querido amigo,
que nosotros, que no somos poetas, te recibamos hoy de manera poética,
levantando un figurado vaso de vino, como hacemos tantas tardes en nuestro
querido Círculo, mientras nos contamos nuestros pormenores, y te diga:
De
aquel jarrón de vino que a nadie perjudica,
llena tu copa y bebe, y sírveme a mí
otra,
compañero, antes de que haga, sin
prestar atención,
con tu tierra y la mía un jarrón el
alfarero.
***
¿Por qué guardas tu vino, compañero?
¿Qué pueden darte a cambio de tu
vino?
¿Dinero…? ¿Y qué puede darte el
dinero?
¿Poder…? ¿Pues no eres dueño del
mundo cuando tienes en tus manos una copa?
¿Riqueza…? ¿Hay alguien más rico que
tú, que en tu copa tienes oro, rubíes, perlas y sueños?
¿Amor…? ¿No sientes arder la sangre
en tus venas cuando la copa besa tus labios?
Toma tu vaso, amigo, y bebe conmigo,
que el camino es muy largo y fuera
hace tanto frío…
Hoy queremos hablar sobre ti, de tu
poesía, de tu compromiso sagrado con el mundo de las letras, aunque también de
nuestros sentimientos hacia un hombre bueno que ha hecho de la vida un
permanente acto de servicio a los demás y de amor a su tierra extremeña. Y
queremos hablar porque como decía el gran Quevedo:
No
he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se
dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se
siente?
Veréis, queridos amigos, que la forma
más hermosa de dirigirse a otros hombres, sea en el dolor o en la alegría, en
la amistad o en el desencuentro, siempre es la poesía, y de esto sabe mucho el
hombre de quien hablamos. ¡La Poesía! ¿Qué es la poesía? –se pregunta otro
poeta amigo, Pablo Jiménez: Nadie podría
definirla. La poesía es resbaladiza, inasible. Apenas un rumor: aplicar el oído
y sentir al punto como se desvanece. Nunca se entrega ni declara su nombre.
Canta y no se deja oír. Grita y es puro silencio. No nos pertenece. La
sospechamos, no es de este mundo. Si pasara a nuestro lado ¿cómo conocerla? no
tiene forma ni contorno. Nos ciega, si nos mira. Nos aniquila, si nos toca.
¿Con qué segunda e imposible vida recordarla, reconocerla? ¿De qué referencia
servirnos para ubicarla, si no deja rastro al pasar, si se difumina su estela
cuando nos volvemos para mirarla? Sentir y no saber que es tal vez la única
manera de atraparla siquiera fugazmente. Porque la poesía no es percepción sino
el aroma que deja un aroma, quizá sólo la dudosa memoria de un susurro que
alguna vez creímos intuir. Es la poesía la más singular y compleja de las artes
literarias. Pero al mismo tiempo puede ser la más sencilla, la menos
sofisticada. Al fin depende todo de la luz, de la luz que ilumina al poeta y/o
de la luz que él mismo puede llegar a proyectar.
Pero más y mejor de lo que se pueda señalar sobre la poesía, lo dirá
directamente el poeta con palabras mucho más hermosas cuando entremos de lleno
en este bello poemario que hoy nos ofrece, o cuando nos recite algunos de sus
poemas, porque, amigos, los poetas tienen el secreto de hablarnos con palabras
tan hermosas que los humildes prosistas como nosotros no alcanzamos a
describir.
Permítannos presentar a quien hoy
merecidamente prologamos. ¿Qué méritos concurren en él para que estemos hoy,
aquí, todos nosotros pendientes de los versos de su primer poemario?
Francisco Cerro Ramos, como tantos
amigos sabemos, es uno de los muchos extremeños que tuvimos que salir de
nuestra tierra buscando una mejor vida para nuestras familias, que en ella se
nos negaba. Nació en la preciosa villa de Torremocha (Cáceres), pero su
infancia y adolescencia la pasa en otro pueblo cercano, Casas de don Antonio,
dulce regazo en el que conoció a su amada y bellísima esposa y donde duermen el
sueño eterno sus mayores, hasta el momento en que con el corazón, muy apretado
por la congoja, decide marchar a Valencia, ciudad en la que permanece 25 años y
en la que le nacen sus dos hijos. Pero allá donde vaya un extremeño estará
Extremadura. Esto no lo saben –no lo quieren saber– lo políticos apoltronados
en sus sillones y aferrados a su bien retribuidos puestos oficiales. Por el
contrario, aquéllos que amamos de corazón a nuestra tierra (a veces
incomprensiblemente), trabajamos por mantener vivas nuestras raíces, por muchas
que sean las dificultades que nos encontremos. Paco es uno de estos hombres que
señalamos. Sin mirar atrás con ira, lo primero que hace es fundar el Hogar
Extremeño de Valencia, siendo uno de sus directivos.
Este recuerdo de la tierra añorada;
este deseo de volver a la Arcadia de la infancia perdida, será el que le
apremie a escribir sus primeros versos, que, estamos seguros, serían versos de
nostalgia. Paco Cerro es un poeta autodidacto que se mueve siempre por nobles y
bellos sentimientos: bien sean familiares –el amor a su esposa Cati es
recurrente en este poemario–, territoriales o, en el mayor de los casos, de
amistad. Esa es la palabra que en ella misma encierra todo el universo del
poeta: la amistad. Pero todo en él es puro sentimiento. No le habléis de
corrientes poéticas, ni de escuelas literarias. Él tiene la suya personal e
intransferible: su amor a su tierra, a sus semejantes, a sus ideas. Y ahí caben
todas las tendencias que en el mundo han sido. Pero su campo literario es mucho
más amplio que la poesía: ha colaborado en multitud de diarios y revistas a
nivel nacional, entre ellas la Hoja del
Lunes, Las Provincias, El Levante, etc. Su labor humanitaria le
supuso ser merecedor de varios homenajes. Es miembro del jurado de diversos
certámenes de poesía, entre los que destaca el “Rafael García Plata de Osma”,
del que es fundador, que anualmente concede el Círculo Extremeño de Torrejón de
Ardoz. Ha dado conferencias, recitales y pregones por todo el territorio
nacional y es miembro de distintas asociaciones culturales. Su más querido galardón
es ser miembro de la Real Orden de los Caballeros de Yuste. Está considerado
como uno de los mejores rapsodas de España.
No todos van a ser halagos a la hora
de escribir estas letras. Paco tiene un “pequeño” defectillo que nosotros vamos
a denunciar aquí maliciosamente. Tiene tan asumida su humildad, que hay que
estar tirando permanentemente de él para que dé a conocer sus poemas. No
concibe que lo que él hace, como fruto maduro de su permanente amor a los
demás, sea motivo de homenajes o reconocimiento, ni mucho menos para un libro.
Y eso que lleva en su haber un amplísimo historial de premios que para sí
quisieran poetas afamados y de relumbre mediática. Cuando le solicitamos pasar
a papel sus numerosas y bellas composiciones puso todo tipo de trabas para que
ello no se llevara a cabo, estando convencido de que su obra no tenía méritos
suficientes como para ser publicada. Una vez más, el hombre frente a su
grandeza.
Pero el libro, querido amigo Paco
Cerro, ya está en la calle y ya no eres dueño de su destino; ahora será el
público, ese numeroso público al que tantas veces has deleitado, el que tenga
la última palabra. A nosotros sólo nos queda pedirte que ese venero poético que
ha nacido contigo, ese filón de humanidad que te engrandece, que esos
conocimientos literarios bien cimentados con tantas lecturas, sigan siendo el
norte y guía de nuevos trabajos poéticos. Pero hoy es tu fiesta y no
quisiéramos, querido amigo, quitarte brillo con nuestros circunloquios y sí
desearte que este público amigo que te sigue incondicionalmente disfrute con tu poesía. Esa poesía que nace
del más profundo y arraigado amor hacia tu esposa, tus hijos, tus amigos; de tu
recordada, añorada y cantada tierra extremeña.
Se calla el amigo y comienza el
poeta. Felicidades.
Ricardo
Hernández Megías
Presidente
de la Federación de Asociaciones
Extremeñas en la Comunidad de Madrid.
Vocal
del Consejo de Comunidades Extremeñas
en la Comunidad de Madrid.
Escritor.
2013.
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