Que España fue durante los siglos XVI al XVIII el mayor imperio del mundo es algo que está fuera de toda duda, tal y como podemos ver con tan solo marcar los territorios conquistados o heredados por la corona española, que alcanzaban a los cinco continentes.
Para mantener el dominio de tan inmensos como alejados territorios que durante muchos años contribuyeron a engrandecer su Historia así como de manera harto abundante a enriquecer las arcas de la metrópolis, los gobiernos de la nación necesitaron de un numeroso y bien pertrechado ejército para defender las tierras conquistadas, mucho más importantes y necesarios cuanto más crecían los movimientos reivindicativos y los deseos y lucha de los pueblos subyugados por alcanzar su libertad, tanto política como económica. España, que a diferencia de otras naciones conquistadoras supo desde un primer momento encauzar las conquistas de tierras y hombres y darle una significación más humana y religiosa, con el paso de los años y debido a los malos gobiernos de la nación, cada vez más empobrecidos y faltos de recursos económicos, fue echando a perder un legado político y sobre todo comercial que otras naciones, como Inglaterra en las mismas circunstancias históricas, ha sabido mantener hasta nuestros días con sus antiguas colonias, formando una Comunidad de naciones ligadas todas ellas por la misma lengua y por el desarrollo económico dirigido desde la antigua metrópolis londinense en la que la figura de la corona es respetada por todos sus miembros asociados.
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