Sabido es que en España no hay elecciones. Sabido es que en España no se elige a sus hombres representativos. Las dictaduras se caracterizan por esto precisamente. Y cuando en España se anuncian elecciones para algo, concejales en los ayuntamientos, representantes de los Sindicatos, o simplemente miembros directivos en una Sociedad Mercantil, Cultural o Deportiva, ya se sabe: se anuncian elecciones, pero no hay elecciones. Hay solamente una ficción, puesto que, de antemano, los órganos gubernamentales designan a los triunfadores.
Toda una historia de huídas, de claudicaciones, de silencios, por un lado; de amenazas, de coacciones, de represalias, por otro. Esa es la historia de los simulacros de elecciones en la España de hoy. Elecciones anunciadas con gran frecuencia. Elecciones para todo. Puesto que todo se quiere impregnar de sentido democrático. Simuladamente. Falsamente.
Se anuncian elecciones para un sillón vacante en la Academia Española de la Lengua. El sillón que perteneció a Gregorio Marañón. Y los señores académicos, conforme al reglamento interno de la Academia Española, preparan sus alecciones. Se proponen dos candidatos para ellas: Don Manuel Halcón y Don Antonio Rodríguez–Moñino. Las elecciones se anuncian para el día 2 de junio. Todo está en orden: elecciones para un sillón de la Academia, dos candidatos y veintitantos académicos que van a decidir.
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