Estridencias
Hace
ahora cinco años, concretamente en 2010, la Asociación Cultural Beturia, un
interesante proyecto salido de la mano de un grupo de extremeños residentes en
Madrid, amantes de la Cultura de su
tierra, recibió a través de quien escribe estas líneas un hermoso legado hasta
esos momentos en el más completo de los olvidos: el primer poemario de un joven
poeta nacido en Guareña (Baja Extremadura), en 1906, titulado: Titirimundi
Sentimental. El poemario había llegado a nuestras manos a través de
otro poeta nacido en el mismo pueblo extremeño y residente en Madrid, Manolo
Romero Mancha, también socio de Beturia, con el deseo de que fuera entregado a
la Biblioteca Municipal del pueblo, como un pequeño homenaje al poeta olvidado
y desconocido para las nuevas generaciones, que nada sabían de su nombre, de su
trágico final como consecuencia de la fatídica y trágica guerra civil, ni mucho
menos de su corta pero interesante obra poética.
Cuando se publicó el libro, con la
colaboración (un poco a regañadientes dada su filiación política –¡maldita
política!–) del Excmo. Ayuntamiento de Guareña, nos dejó un buen regusto al
saber que aquellos versos habían sido producto de los anhelos de un novel poeta
de veintipocos años, dejando en el aire la duda de qué hubiera sido de él y de
su obra si se le hubiera permitido seguir su trayectoria vital y poética.
Dicen los entendidos que los
bibliófilos, esos locos amantes de los libros, son capaces de seguir el rastro
de una obra hasta conseguirla, por muchas que sean las dificultades o los
precios a pagar por la misma con tal de poseerla. Pero lo que no se dice, y
nosotros podríamos dar muchas pruebas de ello, es que también los libros, como
si tuvieran vida y sentimientos propios, persiguen a los bibliófilos hasta dar
con ellos y entregarse con sus hojas abiertas en brazos de su amante
perseguidor.
Viene esto a cuento, porque cuando
comenzamos a estudiar la vida y la obra de Ángel–Braulio Ducasse, nos
encontramos con la agradable noticia de que posteriormente a la obra que
nosotros con tanto amor reeditábamos, había publicado otro poemario, Estridencias, Tipografía
Viuda de Antonio Arqueros, 1935,
inencontrable en las distintas bibliotecas extremeñas y nacionales (hoy
sabemos que hay un ejemplar en la Biblioteca de Extremadura, pero no en la
Biblioteca Nacional), ni en los mercados de segunda mano, donde van a dormir su
sueño de desesperanza para resucitar como nuevos lázaros, los libros perdidos
en el tiempo y olvidados por los lectores y críticos literarios.
Seguramente el nuevo libro, después de
tanta búsqueda por nuestra parte, se habría “enterado” de nuestros deseos de
rescatarlo y darlo a conocer al público y, como sucedió con su hermano, vino a
nuestras manos de manera inesperada y generosa, de la mano de uno de los
concejales del propio ayuntamiento, Pedro José Pascual Salguero, hombre
inquieto y buen conocedor de la historia de su pueblo, quien agradecido por la
entrega de mi biblioteca personal al Ayuntamiento de Guareña para que pueda ser
consultada y disfrutada por sus habitantes, puso en nuestras manos una copia
del mismo, sobre el cual hemos trabajado para hacerlo llegar a los lectores
españoles en general y extremeños en particular, como un merecido homenaje a un
hombre que, al margen de sus ideas, quiso lo mejor para su/nuestra tierra y
luchó desde los periódicos de la época por sacarla de su ancestral retraso
cultural y social.
El gran mentor del poeta de Guareña
había sido el crítico literario Francisco Valdés, nacido en Don Benito el 21 de
septiembre de 1892, y muerto en las tapias del cementerio de su pueblo en las
mismas circunstancias que su protegido, quien en el periódico Hoy de Badajoz, de fecha 10 de mayo de
1933, había publicado un interesante artículo titulado: Los tres poetas de Guareña, queriendo denunciar en aquellos
lejanos años de la II República, tan alejados todavía del gran drama con el que
se iban a encontrar los tres grandes poetas extremeños, la importancia para la
lírica de cada unos de ellos y los problemas de reconocimiento para unos
jóvenes poetas completamente desconocidos y marginados de la sociedad de su
tiempo, aún después del éxito conquistado por el libro de poemas de Chamizo,
titulado El Miajón de los Castúos (Badajoz, Arqueros, 1921), verdadero
aldabonazo de la España rural en momentos de crisis social tan importante como
la que nos legaron los sucesos del 98.
Pero mejor que lo que podamos decir
nosotros sobre el momento de corrupción política en que vivía España y
Extremadura después del gran debacle sufrido por la pérdida de las últimas
colonias americanas y su influencia en la vida cultural y social del momento,
vamos a recuperar, en su totalidad, el importante artículo de Francisco Valdés,
sujeto sufriente de aquellos momentos de confrontaciones y testigo en primera
línea, dada su condición de periodista y crítico literario, del ambiente que se
respiraba en un apartado lugar de la “piel de toro”, que nos puede servir de
clara y meridiana ilustración del tenso ambiente de luchas políticas que se
vivían en toda España, que serían el preludio de un final de odios y luchas
cruentas que terminaría por llevarse tantas vidas, entre ellas la de Valdés y
Ducasse. Dice así el artículo: Guareña,
como ningún otro pueblo extremeño, puede jactarse de tener entre sus hijos tres
poetas. Tres poeta jóvenes, Luis Chamizo, Eugenio Frutos y Ángel Braulio
Ducasse. ¿Sabe Guareña, sabe Extremadura de la existencia de estos tres
cultivadores de las musas? La obra de Chamizo, un día ya lejano se destapó con
un libro de versos desparramándose por España entera, cuando menos desde Madrid
para abajo. Después el cantor de los “castúos” ha enfundado su musa o la ha
guardado muy recónditamente, privándonos de sus rectos arranques líricos, con
sabor de terrón arcilloso y de perfume de jaral. No se explica este silencio,
este mutismo de Chamizo después de la resonancia que tuvo “El Miajón de los
castúos”, y unos años más tarde, su estreno en Madrid de “Las Brujas”, en cuyo
diálogo asoma y encrespa la misma vena de lirismo con que regara “La Nacencia”,
“La viña del tinajero”, y “Los consejos del tío Perico”. ¿Es desánimo al no
encontrar demasiado llano el camino de las letras? ¿Se trata de veleidades de
la musa, a veces tornadiza y variable, con momentos de fecunda eclosión, con
épocas de abatimiento, cansancio negativo? ¿O es que Chamizo ha encontrado su
camino verdadero en tareas y faenas de otra índole “incompatibles con el
cultivo de la poesía”? Lo cierto es que muchas veces asoma, en curva de
interrogación, el nombre de Chamizo entre los recuerdos de los lectores que
tuvieron sus versos, indagando el paradero de su musa y el secreto de su
silencio.
En
cambio de la existencia de los otros dos poetas –Frutos y Ducasse– es posible
que nadie sepa en nuestra región nada. Ninguno de ellos ha publicado libro de
versos y ninguno ha colaborado con frecuencia e insistencia en la Prensa.
(Su
primer trabajo poético, Fantasía, tiene fecha de 29 de abril de 1945). Eugenio Frutos, cuando sus años
universitarios, se asomó a los cenáculos y tertulias de la poesía de vanguardia
y en alguna revista del modernismo poético publicó escasas composiciones.
Después también ha cerrado con siete llaves la expansión de su lírica, en
constante creación depurada. Tiempo adelante vivirán en páginas de libros los
múltiples poemas de Frutos, que ahora con tanta avaricia de cariño guarda para
sí, los que le revelarán como uno de los poetas de más hondura tierna y de más
fondo poemático entre la rica floresta de la lírica española contemporánea.
Ángel
Braulio Ducasse es el más joven de los tres poetas de Guareña. También apenas
es conocido, su recato y acaso su desaliento van dejando pasar los años sin
darse a conocer, vencido por esa “indiferencia”, característica del extremeño
cultivado, hacia las glorias, los triunfos, los éxitos y los honores. Su lira
no tiene la dureza y fortaleza de reciedumbre de Chamizo ni la hondura
“filosófica” de Frutos. Campea entre estos dos polos líricos. Es un poeta
discípulo de Gabriel y Galán, sencillo y llano en su forma, pero con
asimilaciones de la poesía que ha venido después, tan lejana de los cantos del
poeta de “El Ama”. Poesía la suya correcta de forma, clara, sin retorcimientos
espirituales, pero con toques de sutilidad y finura. Es un poeta que logrando
aislarse del vulgarismo, metiéndose en sí mismo, mirando con cariño a su
entraña podrá ofrecernos bellos poemas de amor y desencanto, claras estrofas de
sentimiento y corazón.
Los
tres poetas de Guareña. Casi los tres poetas extremeños en los tiempos que
corren. Ellos llevan en su pensamiento y en su imaginación el resplandor de la belleza. Luis Chamizo, el
áspero sabor de la arcilla roja y terronera; Eugenio Frutos las esencias
íntimas y sutiles de un espíritu calado por la meditación; Ángel Braulio
Ducasse el paisaje y el retozo saludable del alma regional que ha pasado por el
tamiz del refinamiento intelectual. Ellos levantarán el nivel de la poesía
extremeña cuando se desprendan del sueño que en melenas de apatía les tienen
amarrados a la banalidad de paso zonzo de los días.
Ángel Braulio
Ducasse nació el 1 de julio de 1906 en el pueblo extremeño de
Guareña, en la Baja Extremadura; emprendió sus estudios en un colegio de monjas
de su pueblo; de allí pasó a Villafranca de los Barros donde siguió sus
estudios en el prestigioso colegio de los padres jesuitas y en varios colegios
de la misma compañía que había en Sevilla, donde tenía familia. Comenzó su
carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca, dando por finalizado sus estudios en la
Universidad Central de Madrid, donde se licenció en el año 1929.
Desde muy
joven, y de la mano de su amigo el dombenitense Francisco Valdés Nicolau
comenzó su andadura periodística en el diario Hoy de Badajoz del que fue corresponsal, así como de los diarios Extremadura y El Correo Extremeño donde plasmaba continuos enfrentamientos con
los elementos radicales de izquierdas, dada su militancia en grupos
conservadores.
Esta actitud
personal le llevaría a ser señalado como “sujeto peligroso” en uno de los
momentos políticamente más duros de nuestro país, que desembocaron en el
levantamiento del 18 de julio de 1936 y posteriormente en una guerra civil
injusta, cruel y despiadada por parte de los dos bandos enfrentados.
Arrestados por
las autoridades republicanas, fue fusilado a las afueras de Guareña el 27 de
agosto de ese mismo año. Sus restos fueron arrojados, junto a otros tantos
represaliados, entre los que se encontraba su amigo y mentor, el también
escritor Francisco Valdés, en un lugar cercano a Guareña, denominado “La Mina”, en la carretera que conduce de
éste a Don Benito. Posteriormente, y después de muchos años de injusto olvido
serían rescatados y llevados a lugares más adecuados.
Su obra
periodística es muy amplia, pues era asiduo colaborador del diario Hoy, pero pendiente de ser rescatada y
dada a la luz, hasta ahora sólo se conocen algunas, entre las que destaca El Proletariado Extremeño y la Política. Su vida
poética cuenta únicamente con dos poemarios a causa de su prematura
muerte. El primer poemario titulado Titirimundi
sentimental, se edita en 1930, estampas rurales donde
derrama y hace acopio de toda la pasión que sentía por su tierra, los cuales
bien podríamos atribuir a la vivencia cotidiana de cualquier pueblo extremeño
de la época; otras, de carácter íntimas a causa de los años inestables de la
adolescencia, rematando con otros temas variados. Y el segundo Estridencias en el año 1936
(lleva fecha de 1935), publicado en Badajoz por la Viuda de Don Antonio
Arqueros.
Otra de las
obras rescatadas, en el 2010, por la Asociación Luis Chamizo y publicada
en Semana Santa, es la dedicada al Santísimo
Cristo de las Aguas, patrón de Guareña, en el año 1930, publicada como
folleto religioso para los fieles y en rogativa por la sequia que desolaba los
campos extremeños en aquellos años.
Gracias a una
visita inesperada de los familiares de Ducasse a la Biblioteca de Guareña “Eugenio
Frutos”, movidos por el interés de las posesiones bibliográficas de
este escritor en la misma, comunicaron que se encontraban falta de un escrito
inédito, que solamente ellos poseían titulado “Juguetes de Cartón”, el cual
nos ha sido imposible de conseguir hasta el momento. No ha sido así con otro
hermoso poema escrito en cuatro partes titulado “El Palacio de Paja”, dedicado a su amigo el periodista Tomás Rabanal
Brito, publicado en el diario Extremadura.
El hijo de Tomás, José
Rabanal Santander, queriendo recuperar la memoria del querido amigo de su
padre, recuerda a Ducasse de esta manera entrañable: El olvido más execrable se ha ceñido sobre la figura de Ángel Braulio Ducasse, caído bajo la furia marxista
y desnortada. Un leve recuerdo en su pueblo
natal, una referencia en la base de datos de alguna biblioteca, un porqué que
no encuentra ni respuesta ni presencia debida, al menos hasta donde yo he podido
llegar. Alguna referencia “global” a “los tres de Guareña” en comunicación leve de congresos, nada más.
Y, sin embargo, recordando el tema de lúgubre memoria, Ángel Braulio Ducasse pasó a “hacer guardia junto a los luceros”, como Lorca y tantos otros, víctimas de la salvaje España fratricida y “partida por odio en dos”.
“El palacio de paja” se deshizo como su recuerdo. Es hora –lejano el horizonte de los odios– de recuperar su memoria y rendirle homenaje, igual que a otros, que la Historia se hace mirando en cuatro direcciones: a la derecha, a la izquierda, al presente y al futuro.
Este adolescente poeta nos hubiera
llenado de sentimientos, a través de sus poemas si el destino hubiera sido otro
para él, al igual que para otros, o no hubiera dado a lugar la nefasta e
innecesaria muerte de tantos españoles por los enfrentamientos de la guerra y
la postguerra, seguro que sería un escritor más conocido por sus obras que
por otras circunstancias, pues a su alrededor contaba con la grandeza de los
escritores del momento en Extremadura; sólo nos queda disfrutar del legado que
dejó, que poco a poco va saliendo a la luz.
La explicación
del apellido Ducasse en tierras extremeñas está en su abuelo paterno Don Luis
Beltrán Ducasse Dufoure, nacido en Berthes, departamento de la Gironda,
Francia, el 16 de enero de 1838. Técnico francés que vino an España alrededor
de 1866 para la construcción de los ferrocarriles. Siendo ayudante del
Ingeniero Jefe del de Ciudad Real a Badajoz, casó en Guareña con doña Francisca
Lozano Ruiz el año 1871.
El joven y
culto muchacho pronto se hará amigo del escritor dombenitense Francisco Valdés,
1893, con el que formará equipo literario, dirigiendo revistas de
contraofensiva a las que por aquellas fechas publicaban los grupos republicanos
y revolucionarios de izquierda, siendo también Valdés su gran apoyo y
prologuista de este su segundo libro de poemas.
Estridencias,
a diferencia de su primer poemario, es un libro mejor trabajado, tanto en su
forma como en su contenido, aunque siga inmerso en el Modernismo. En sus versos
podemos encontrarnos con sutilezas de un Villaespesa, tan admirad por el poeta,
así como del mismo Rubén Darío, el gran maestro e introductor en España de esta
nueva corriente poética. Ducasse, en estos pocos años de diferencia ha crecido
como hombre y como poeta, siendo capaz de denunciar con su pluma la injusta
situación social de su querida tierra extremeña. Poeta de corte tradicional
utilizará el soneto (en algunos casos en alejandrinos), el romance, e incluso
la copla, como forma habitual cuando quiera darle fuerza y calor a la
descripción o a la denuncia, a través de significativas y bien dibujadas
estampas.
Por nuestra
parte, como miembros de una Asociación cultural extremeña del exterior, sólo
nos mueve el deseo de recuperar la obra perdida u olvidada de un personaje de
nuestra tierra, al margen completamente de sus circunstancias personales, a
estas alturas de la historia y con una España plenamente constitucional. Así lo
hicimos en su primer poemario y así volvemos a hacerlo en este segundo y último
de su creación, sabedores de que por muy pequeña que sea nuestra contribución a
la recuperación del mundo de la cultura extremeña, siempre será más
reconfortante y agradecida que el injustificado y excluyente olvido de unos
hombres por el solo hecho de pensar de manera diferente a los ganadores de una
injustificada contienda bélica. Una Extremadura grande y fecunda tiene y debe
de contar con todos los elementos que la componen. Con los extremeños del
interior y con los del exterior, dejando completamente al margen sus
filiaciones políticas que siempre deben de servir para ensanchar nuestras
libertades más que para reprimirlas. Así lo señala nuestra actual Constitución
y así lo creemos nosotros firmemente.
Ricardo
Hernández Megías.
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