PRESENTACIÓN EN EL HOGAR EXTREMEÑO DE MADRID, GRAN VÍA 59, DEL LIBRO: LOS MONASTERIOS DE RELIGIOSAS CONTEMPLATIVAS DE MADRID Y EL ENTORNO HISTÓRICO Y URBANISTÍCO DE LOS MISMOS, DE DON RAFAEL RODRÍGUEZ-MOÑINO SORIANO, EL DÍA 19 DE MAYO DE 2OO6.
Queridos amigos del Hogar Extremeño de Madrid:
Hoy debería ser un hermoso día. Pero la ausencia del amigo duele tanto….
Ya ha hecho 1 año (Rafael murió el 5 de mayo de 2005) que nuestro protagonista de hoy se nos marchó, dejándonos como herencia un abultado y fecundo legado de honradez, humildad y sencillez –cualidades que siempre arropan a los grandes hombres-, pero sobre todo de cultura. Es simplemente impresionante el trabajo realizado por este hombre, tanto en su cantidad como en su calidad, como vamos a ir viendo en el pequeño recorrido que haremos sobre su vida y su obra.
Hoy, decía, debería ser un día hermoso, porque presentamos en este representativo Centro que Rafael tanto amaba, su penúltimo libro, impreso después de su fallecimiento y por lo tanto, que no llegaría a ver, a la espera de otro libro también salido de las prensas después de su marcha, y de lo mucho que se conserva en su ordenador personal que, sabemos, nos va a dar más de una sorpresa.
Pero antes de hablar sobre esta importante obra que hoy ponemos a disposición de todos vosotros, quisiera que supierais quién era este querido amigo, por todos los aquí presentes conocido, cuyos problemas de salud –sabéis que había sufrido una operación de faringe-, le obligaba a marcharse cuando este salón se llenaba de gente. A él que tanto amaba la palabra y de la que era un consumado comunicador.
En estos tiempos extraños que vivimos, donde cualquiera que haya conseguido un poco de renombre -no importando la forma en que la haya conseguido- levanta la cabeza con la soberbia de creerse un hombre importante; donde los escaparates de las librerías de los grandes almacenes, e incluso de las especializadas, están abarrotadas de “libros” cuyos autores son los mismos protagonistas de la prensa del corazón, es decir, los esparcidores de basura cultural (por llamarle de alguna forma), que por cierto tan bien se vende, vamos a presentar a un hombre cuyo bagaje cultural –no porque él lo silenciara- llega a tener verdadera y primordial importancia para los amantes de la verdadera CULTURA:
Rafael Rodríguez-Moñino Soriano, nacido en Badajoz, en el año 1937 y miembro de una familia extremeña de gran renombre en el panorama cultural nacional, era escritor, Diplomático, Licenciado en Derecho, Licenciado en Geografía e Historia, Catedrático Numerario de Geografía e Historia, Doctor en Humanidades, Académico Correspondiente de las Reales Academias de la Historia, Córdoba y Bibliográfico-Mariana de Jaén, Miembro de Número del Centro de Estudios de Nuevas Publicaciones “Miguel Avilés”, Caballero y Comendador de la Orden del Mérito Civil, Escudo de Oro de la ciudad de Baeza, Medalla de Oro de la Agrupación de Cofradías de esta ciudad, y bibliófilo (miembro de la Asociación Cultural Beturia y miembro fundador de la Unión de Bibliófilos Extremeños), y en mi biblioteca personal –no creo que estén todos sus libros-, figuran hasta un total de TREINTA Y SEIS OBRAS suyas, a las que habría que unir las separatas y trabajos menores publicados en distintas revistas españolas, formando todo un conjunto de incalculable valor por sus infatigables investigaciones, cuyo reconocimiento, estoy seguro, irá creciendo con los años.
Nada que tuviera importancia en el devenir de la Historia se le escapaba a la mirada atenta de este hombre, de este amigo, muy pendiente del momento actual, pero insaciable investigador de los tiempos y de la historia pasada. Yo, que modestamente también hago algunos trabajos de investigación, sobre todo de escritores extremeños, muchas, muchísimas veces nos hemos encontrado en Archivos y Hemerotecas madrileñas, siempre a la búsqueda de la fecha exacta, del dato correcto, y nos saludábamos con una sonrisa cómplice, sabedores que en estos templos del silencio, para ambos, era más importante en esos momentos el trabajo que la misma amistad.
Rafael, como escritor, es un testigo fiel de los tiempos que le ha tocado vivir. De sus años como Agregado de la Embajada de España en varios países, estudiará documentación suficiente para señalarnos y darnos a conocer algunos secretos del mundo diplomático. Libros tan importantes como: RAZÓN DE ESTADO Y DOGMATISMO RELIGIOSO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII, LOS FUNDAMENTOS DE LA DIPLOMACIA, LA MISIÓN DIPLOMÁTICA DEL XVII DUQUE DE ALBA, EL CARDENAL CISNEROS Y LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII, EL EXILIO CARLISTA DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX, INFORTUNIOS Y SOMBRAS TESTIMONIALES DE ESPAÑA EN EL SUDESTE DE FRANCIA (DE 1814 A 1941), etc., nos van abriendo los ojos ante una Historia de España para muchos de nosotros desconocida hasta estos momentos.
Y cuando abandone la carrera diplomática para dedicarse a su verdadera pasión, la enseñanza, sus lugares de destino o de recreo en sus etapas de descanso, serán motivos de una intensísima investigación, tanto de su historia como de sus costumbres y leyendas sociales o religiosas, en las que el arte de los imagineros, talladores, pintores, arquitectos, etc., nos irán acercando a su olvidada historia. De su etapa en Baeza, Jaén, y de la que sería nombrado Hijo adoptivo mereciendo el honor de poner una calle con su nombre, irán saliendo títulos como: EL ARCHIVO DE LA ANTIGUA UNIVERSIDAD DE BAEZA, HISTORIA DEL SANTUARIO Y DE LA COFRADÍA DEL SANTO CRISTO DE LA YEDRA Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSEL, ESTAMPAS HISTÓRICO-ARTÍSTICAS DE BAEZA, HISTORIA ECLESIÁSTICA DE BAEZA, APUNTES SOBRE CONFLICTOS DINASTICOS NACIONALES EN UNA CIUDAD HISTÓRICA DE ANDALUCIA: BAEZA, etc.
También a Extremadura, su tierra de nacimiento y a la que se sentía muy unido por lazos familiares a través del hombre que más influyó en su vida literaria, al que respetó hasta la veneración y al que ofrecerá muchos de sus trabajos, entre los que figura por méritos propios la Biografía a su tío Don Antonio Rodríguez-Moñino, dedicará horas de estudios e investigación con títulos como: NOTICIAS VARIAS SOBRE EL BIBLIÓFILO Y BIBLIÓGRAFO D. ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO Y DOCUMENTOS RELATIVOS A LA HISTORIA DE BADAJOZ, PERTENECIENTES A LA BIBLIOTECA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, o la serie inacabada por su prematura muerte y de la que solamente pudo publicarse la primera parte titulada: VIEJAS ESTAMPAS HISTÓRICAS DE EXTREMADURA.
Pero vayamos directamente al libro que hoy presentamos. Creo, y lo digo después de haber leído muchas de las obras de Rafael, que es uno de sus trabajos más logrados. El autor, sin perder esa facilidad de comunicación con el lector, ni siquiera cuando se adentra en temas tan complejos como el presente, nos va a ir dando datos de la historia de Madrid, de su configuración como ciudad a través de diferentes siglos, de la importancia de sus monumentos religiosos y del drama que supusieron las distintas desamortizaciones o el advenimiento del sistema liberal, que supuso en muchos caso la total desaparición de importantes conventos madrileños o la pérdida irreparable de obras de arte religiosa.
Otros autores -de hecho el mismo Rafael señala a varios de ellos-, habrían hecho esta obra desde una perspectiva puramente histórica. Nuestro autor, hombre esencialmente religioso y con una bien marcada sensibilidad artística, acomete dicho trabajo de recuperación de la historia de las órdenes religiosas contemplativas, el lugar de emplazamiento de sus conventos y de sus tesoros artísticos, señalando la importancia que dichas órdenes religiosas han tenido y tienen en la Historia general de España.
Es realmente asombroso el resultado de las investigaciones realizadas por Rafael.
Desde luego que aquí, en este libro, se ven muy claramente sus grandes conocimientos de la Historia de España, materia en la que, como decíamos anteriormente, era Licenciado, Catedrático Numerario y Académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia, de la de Córdoba y de Jaén.
Desde esta perspectiva histórica, el autor nos regala un estudio socio-político de las realidades en las que se encuentra España, principalmente durante los siglos XVII-XIX; nos señala la gran influencia en la sociedad española de las congregaciones religiosas, cuyo poder político y social veníase incrementando desde los tiempos de la Reconquista, así como el actual poder económico alcanzado en estos últimos tiempos y hasta el momento de las desamortizaciones del siglo XIX.
Para fijar su trabajo sobre Madrid y sus estudios sobre sus conventos e iglesias, nos va describiendo minuciosamente la historia de la capital del reino, desde su conquista por el rey Alfonso VI, en el siglo XI, su posterior crecimiento como ciudad conventual en el antiguo reino de Castilla-León encerrada entre sus antiguas murallas –la árabe y la cristiana-, desaparecidas casi en su totalidad aunque podamos encontrarnos algunos de sus lienzos en lo que hoy se denominan Cava Baja, Alta y de San Miguel, o el recuerdo de algunas de sus numerosas puertas de cierre de la citada muralla, como lo puedan ser la Puerta de Moros o la Puerta de Carros.
Dos son los factores más importantes en los que se centra Rafael en sus estudios para analizar la desaparición de tan importante patrimonio religioso o cultural de la capital:
El primero, la necesidad, no siempre con criterios acertados, de abrir nuevos espacios en una ciudad en constante expansión y encorsetada tanto por sus antiguas murallas como por el excesivo número de sus edificios religiosos, cuyo principal protagonista fue el rey José Napoleón Bonaparte en el corto espacio de tiempo que ciñó la corona española.
El segundo y más decisivo, derivado de la pérdida de poder de la Iglesia y de la potenciación de los gobiernos civiles durante Trienio Liberal (segunda parte del reinado de Fernando VII), y principalmente la llegada al poder del Partido Liberal Progresista durante la regencia de doña María Cristina de Borbón y hasta la coronación de su hija Isabel II, cuyas medidas políticas, económicas y sociales, dieron un significativo vuelco al panorama general de la política española.
España, durante estos años que van desde 1835 hasta la proclamación de la Revolución de 1868, “La Gloriosa”, es un país en bancarrota principalmente a causa de los enfrentamientos guerreros entre los partidarios de la niña Isabel y los partidarios del derecho a la Corona, una vez muerto el rey Fernando VII, en la figura de su hermano Carlos Isidro de Borbón, primera de las múltiples y terribles guerras civiles que ha soportado este país desde la llegada de los Borbones: Las Guerras Carlistas, que tanta sangre, desolación y pobreza costó al pueblo español.
Era natural que los aires de libertad y de renovación del tejido social que nos llegaban desde la vecina Francia nacidos de su Revolución en el siglo XVIII, significaran un enfrentamiento entre los dueños de las riquezas y principalmente de la tierra, muchas veces improductiva –“hombres de mano muerta”, les llama Rafael-, que estaban desde siglos en manos de la nobleza y de los estamentos religiosos, y los nuevos políticos agobiados por una crisis económica sin precedente en el país y de difícil solución.
El poder económico de la Iglesia, tanto en sus tierras como en sus edificios, eran motivo de fijación política desde los tiempos de Carlos III, quien a través de su ministro Campomanes intentó por primera vez un ensayo de desamortización de sus bienes, al mismo tiempo que expulsaba de España a la Compañía de Jesús, sus más fuertes y duros representantes de esta Iglesia poderosa, rica e incontrolada por el poder real.
Pero sabedores de la fortaleza del “enemigo” y atados por su compromiso con la Santa Sede a través del Concordato de 1851, ni su hijo Carlos IV con el extremeño Manuel Godoy al frente de su ministerio, ni el conquistador y breve José Napoleón Bonaparte, ni muchos menos el inseguro y cobarde Fernando VII, se atrevieron a expropiar los bienes de la Iglesia.
Fue, como decimos, la llegada al poder del Partido Liberal y el mantenimiento de una cabeza fuerte y dispuesta a aliarse con e mismo diablo con tal de defender los derechos de su hija Isabel al frente de la monarquía constitucional española, la Reina Gobernadora María Cristina, la que a partir de 1835, con hombres como Queipo de Llano, Mendizábal o Calatrava –en su primera, segunda y tercera fase-, y el gobierno del Bienio Progresista de Espartero, 1855-56, con un ministro de la talla de Madoz al frente y hasta 1868, fecha de la Revolución, los encargados de llevar a cabo la expropiación de los bienes de las congregaciones religiosas en España.
A partir de este momento, Rafael Rodríguez-Moñino nos va a ir describiendo el panorama de una ciudad como Madrid, en donde proliferan iglesias, conventos, congregaciones, monasterios y casas religiosas cuyo patrimonio, por decisiones de los distintos Consejos de Ministros, que él va rescatando del olvido y dando a conocer minuciosamente -tanto sus decisiones como los componentes de cada Consejo-, van a ser objeto de desamortización, así como nos va a ir señalando los lugares que ocupaban, sus riquezas, el destino final de su suelo, su posible venta a particulares y el valor de los mismos. También Rafael nos deja reflejado sus estudios de aquellas otras iglesias o conventos que sobrevivieron a las distintas desamortizaciones, cuyas espadañas hoy vemos sobresalir altivas sobre los tejados de nuestra ciudad.
Su labor es tan meticulosa que le lleva a contar el número exacto de los que sufrieron algún tipo de medidas especiales: Aunque se vendieron muchos conventos, algunos fueron demolidos por falta de compradores. Se calcula que en Madrid se vendieron aproximadamente 540 fincas. En cuanto a conventos de religiosas, del total de treinta y uno, dieciocho fueron conservados por monjas, siete derribados, dos se destinaron a otros usos y el resto fueron devueltos.”
Naturalmente, no voy a entrar a explicarles la historia de cada uno de estos conventos, porque espero que ustedes lean el libro que hoy presentamos, con el mismo ensimismamiento con el que yo lo he leído, pero como curiosidad de quien vive Madrid intensamente, señalarles que muchas de las grandes plazas que hoy adornan nuestra ciudad son parte de los terrenos que en otras fechas ocuparon los conventos e iglesias estudiados aquí. Así, las grandes explanadas de las plazas de Oriente, de la Ópera o la más recoleta de Ramales, etc., fueron las primeras que surgieron como consecuencia de la piqueta demoledora, obsesionados los reyes por darle mayor apertura al Palacio Real, cuyas víctimas fueron los conventos de San Gil y Santa Clara. Otros lugares emblemáticos de la ciudad, como la plaza de Santa Ana o de Tirso de Molina nos indican el lugar donde estuvieron otras señaladas congregaciones religiosas.
No voy a cansarles muchos más. Pero no quiero dejar de señalar los “motivos oficiales” en los que se basaron los Consejos de Ministros de la época para llevar a cabo sus rapiñas. En la Sesión del Consejo de Ministro celebrada el 7 de mayo de 1836, presidida por Mendizábal, entre otras disposiciones acuerdan que: Todos los bienes de casas, conventos, monasterios, etc., quedarían incluidos en la Real Caja de Amortización; con un solo fin que, desde luego, no fue en absoluto cubierto, cual era la extinción de la “deuda pública”. Y nos sigue diciendo: “Los objetos sagrados, serían depositados en las parroquias. Los libros, cuadros, archivos, etc., irían a las bibliotecas provinciales, museos, academias, etc., medida que también fue escasamente observada”, por lo que muchos tesoros pasaron a manos privadas sin que los gobiernos hicieran nada para impedirlo.
Son tantos los datos aportados por este libro para los que quieran conocer la Historia de España y fundamentalmente la de Madrid, que estarían fuera de las pretensiones de este presentador señalar cada uno de los aciertos del autor.
Sí os pido de todo corazón y como el mejor homenaje que le podamos rendir al amigo fallecido que leáis el libro, pero sobre todo porque en él, en el libro, hay una completísima guía de las riquezas que aún después de tantos desaguisados históricos, nos quedan en esta hermosa ciudad de Madrid.
No quiero olvidarme en este homenaje al amigo desaparecido de una hermosa e inteligente mujer, Julia Rodríguez-Moñino, su hermana, a quien va dedicada la obra porque tiene méritos suficientes para que así sea. En sus páginas van muchas horas de un trabajo sordo, silencioso, como son las correcciones de pruebas, pero que sin su aportación el libro no sería el mismo.
Muchas gracias por vuestra presencia.
Ricardo Hernández Megías
Madrid, 19 de mayo de 2006
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