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II PEREGRINACIÓN A GUADALUPE

FUNDACIÓN ACADEMIA EUROPEA DE YUSTE
II PEREGRINACIÓN A GUADALUPE

Día 14 de mayo de 2011

Antonio Ventura Díaz Díaz
Venimos a Guadalupe, solar sagrado de Extremadura en pie de paz. En pie de paz para proclamar sentimientos compartidos por una mayoría del pueblo extremeño y fundamentados en el mayor respeto y consideración a todos. Acudimos en pie de paz: Para dirigir como ciudadanos extremeños una mirada a nuestro pasado, conocer más intensamente de donde venimos y poder reconocer de manera categórica que el mandato de la Orden Jerónima consiguió para Guadalupe que durante siglos fuera un gran símbolo de fe y de cultura. La historia del cristianismo en España y en Hispanoamérica no se entiende, si no se conoce Guadalupe. Como Santiago de Compostela, el Santuario de las Villuercas fue desde sus orígenes uno de los más importantes focos de peregrinación de toda Europa, siendo considerado como el mayor centro de devoción Mariana de toda la península Ibérica.

Hasta los pies de Santa María de Guadalupe llegaron los personajes más relevantes de la historia de España: Alfonso XI, los Reyes Católicos, el emperador Carlos V, Felipe II, Cristobal Colón, Góngora y Cervantes, por citar alguno de los más principales. Las Escuelas de Medicina y Música del Monasterio, así como sus hospitales, alguno de ellos para acoger a niños expósitos son un buen testimonio del compromiso por una sociedad más humanizada. Toda esta labor propiciaba un gran poder de atracción tanto para reyes, como para nobles y peregrinos, no en vano en dichos hospitales se realizaron las primeras autopsias por primera vez en España para el desarrollo de la ciencia.

Si avanzamos en el tiempo, los primeros cien años de franciscanismo en Guadalupe han sido enormemente enriquecedores. Tras un largo periodo de oscuridad, se pasó de la desidia y abandono, a la esplendida recuperación de su fábrica y, de lo que es mucho más importante, de su espíritu, significado y simbología universal, cumpliendo además el compromiso de conservar todos y cada uno de los tesoros de este Real Monasterio, hasta merecer con el apoyo firme de toda la sociedad extremeña una gratísima recompensa cuando, el 11 de diciembre de 1993, el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe fue reconocido y declarado por la UNESCO Patrimonio de toda la Humanidad.

Evocamos los grandes hitos:
  • La I Peregrinación a Guadalupe de 1906, la Coronación Canónica de la Imagen de Santa María de Guadalupe el 12 de octubre de 1928, que presidió el Rey Alfonso XIII.
  • La Declaración del Templo de Guadalupe como Basílica, concedida por el Papa Pió XII el 17 de junio de 1955.
  • La Celebración del Año Jubilar (1957-1958) concedido por Pió XII para conmemorar el Cincuentenario del Patronato de Santa María de Guadalupe sobre Extremadura.
  • Las visitas oficiales de los Reyes de España, de los Príncipes de Asturias y de las Infantas Cristina y Elena.
  • Las visitas de los Reyes de Bélgica, Don Alberto y Doña Paola.
  • La visita apostólica de Su Santidad Juan Pablo II, el 4 de noviembre de 1982.
  • El Encuentro "De Expresidentes Constitucionales Iberoamericanos" que contó con la presencia de Adolfo Suárez.
  • La Declaración como Día de Extremadura el día 8 de septiembre, festividad de Santa María de Guadalupe, acordada por unanimidad de la Asamblea de Extremadura en 1985.
  • La celebración del Día de Extremadura, en sus primeras convocatorias, en Guadalupe, con la asistencia de miles de extremeños.
  • La celebración del Primer Centenario de la "Gran Peregrinación Regional de 1906" y de la Declaración del Patronazgo de la Virgen de Guadalupe sobre Extremadura, celebrado el pasado 24 de marzo de 2007.
  • La aprobación de la Constitución Española, que propició la creación de la Comunidad de Extremadura, ha supuesto favorecer distintas intervenciones para la mejor restauración y puesta en valor del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. Una actitud solidaria y de plena colaboración con la Comunidad Franciscana para poder actuar en su recuperación y en la salvaguarda de todo su patrimonio ha permitido, entre otras actuaciones, la creación de los nuevos museos de pinturas, esculturas, ornamentos litúrgicos y libros miniados, así como el nuevo edificio de Rafael Moneo, siempre con la conciencia clara de que Guadalupe no puede ni debe dejar de ser un enclave espiritual y un centro de producción y de proyección cultural para toda Extremadura, España, Hispanoamérica y el resto del mundo.
Sin embargo, dada la envergadura y grandiosidad física, espiritual y cultural del Real Monasterio de Guadalupe, queda mucho por hacer, tanto en la puesta en valor de su dimensión espiritual, como física y cultural. Se debieran dar pasos para crear fuertes vínculos entre el Monasterio de Guadalupe, sus bibliotecas, sus archivos, su patrimonio y la Universidad de Extremadura, Universidades Iberoamericanas y europeas, que propiciasen la creación de una línea de investigación y de un centro de estudios permanente dedicado, por ejemplo, al análisis del fenómeno de la evangelización de Iberoamérica y al dialogo cultural con el mundo intelectual y creativo.

Desde el punto de vista biomédico, sería de una gran oportunidad recuperar el protagonismo del Monasterio en esta faceta, tan defendida ya por autores como el Padre Germán Rubio, el Padre Sebastián García o el Doctor Don Agustín Muñoz Sanz.

En la tarea de construir la Humanidad como categoría ética, el Real Monasterio de Guadalupe encarna un significado que proviene de su larga experiencia con el fenómeno de la emigración americana como riqueza de Guadalupe y de Extremadura en el mundo. Hablar de emigración cuando nos referimos a Extremadura es rememorar también un pasado no demasiadamente grato, cuando no dramático, de muchos de sus hijos. Basta recordar que la década de los sesenta y setenta salieron de Extremadura cerca de 800.000 personas. Extremadura conoce en sus carnes la palabra emigración y la palabra inmigración. A lo largo de su historia pasada y reciente, numerosos habitantes de esta región tuvieron que hacer las maletas y abandonar su familia y su tierra en busca de mejor fortuna, enfrentándose a lenguas extrañas, costumbres antagónicas y culturas diferentes. Para una mayoría de ellos Santa María de Guadalupe sirvió de faro y de guía para poder afrontar su incierto devenir.

Vivimos en un territorio llamado Extremadura con largos siglos de historia, de gran riqueza patrimonial, pero venimos también de un tiempo largo, excesivamente largo de desunión y desvertebración social, política, cultural, universitaria, militar, institucional y también en lo que se refiere a la Jurisdicción Eclesiástica. Hoy felizmente se han superado casi todos los aspectos que tienen que ver con este análisis y aunque resulte o parezca una cierta contradicción, el Real Monasterio de Guadalupe, concebido y sentido por la mayoría como urdimbre, alma y corazón de Extremadura ha actuado de acicate y de referente principal para poder alcanzar una identidad integradora que ha permitido la vertebración social e institucional de Extremadura.

Con estas sólidas razones, pero con humildad, también con dignidad, apelamos al extremeño Vicente Barrantes Moreno, el Gran Cronista de Extremadura que inició la gran Campaña pro-restauración del Monasterio con sus escritos en la prensa regional y nacional y de cuyo compromiso se derivó el organizar la primera Gran Peregrinación Regional de Guadalupe, que se celebró del 12 al 14 de octubre de 1906, participando en ella 10.000 peregrinos. Esta convocatoria supuso la primera expresión y manifestación unitaria y regionalista de Extremadura, poniendo además toda su mirada y mayor interés en conseguir la Declaración Canónica de la Virgen de Guadalupe como Patrona Principal de toda la región de Extremadura.

Para hacer justicia con la historia, apelamos al Cardenal de Toledo Sancha y Hervás, a Félix Soto Mancera Obispo de Badajoz a Peris Mencheta Obispo de Coria y a Escobar Prieto, Vicario de la Sede Vacante de Plasencia.

Apelamos al Concilio Vaticano II y a todas las disposiciones del Derecho Eclesiástico que defienden realizar las acciones necesarias para hacer coincidir las jurisdicciones civiles y eclesiásticas, con un compromiso y vocación de cercanía emocional y cultural con los ciudadanos de los entornos territoriales a los que afecta. Apelamos a una empresa que surgió en un convento extremeño de Belvís de Monroy, una empresa difícil que llevaron a cabo "Los Doce Apóstoles Franciscanos", para evangelizar la región de México y Centroamérica en el año 1524 y quienes siguiendo su vocación predicaron el evangelio: "con pobreza y humildad, con alegría, con amor desinteresado y pleno, hasta la perdida de la propia vida". Los "Doce Apóstoles de México", sin la dura arrogancia de los primeros conquistadores, se ganaron el afecto y la confianza de los indios. Es un ejemplo que nos anima a la consideración de que la Iglesia y los valores que fundamentan todo su sentido sólo y principalmente en el ejercicio del amor cristiano no puede caer, en pleno siglo XXI, en menosprecios y agravios al pueblo extremeño.

Con plena conciencia, apelamos a las verdaderas esencias del humanismo franciscano, transmitido de generación en generación y que hoy hace suyo José Antonio Merino Abad, profesor del Antonianum de Roma: "El verdadero humanismo, el humanismo del hombre integral, el humanismo que defiende y protege la dignidad y los más profundos valores de la persona no está en las solemnes proclamas de los partidos, ni en los más halagadores sistemas políticos y filosóficos, sino en el modo como se viven las relaciones interpersonales, los compromisos sociales y la vida cotidiana del trabajo, del ocio, del amor y de las relaciones con sus semejantes. Es aquí precisamente donde el franciscanismo, como vivencia y como pensamiento se revela en toda su profundidad y significación".

"El franciscanismo no es sólo un modo de relacionarse con Dios y de interpretar la relación de Dios con el hombre y con el mundo. Es además un modo de vivir y de interpretar las relaciones del hombre con el hombre y del hombre con su entorno y con su cultura". Esta profunda reflexión nos invita a propiciar contextos donde sea fácil reconocer quienes somos y de forma particular a donde vamos, pues Santa María de Guadalupe fue, es y será faro y guía para una gran mayoría de extremeños. Y el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe seguirá siendo un referente principalísimo de riqueza patrimonial, histórica y cultural para todos los ciudadanos de esta región.

Con estos sólidos sentimientos, también argumentos, experiencias y premisas que se fundamentan en ellos, desde mi humilde y modesta posición del último de los ciudadanos extremeños, que desea todo lo mejor para los postulados y razones pastorales de la Iglesia de Extremadura, esperamos del Señor Primado y del Vaticano, junto a miles de extremeños, también por razones de autoestima, necesarias para vivir con dignidad, un gesto de desprendimiento, de generosidad y de esplendidez con el pueblo extremeño, (que se sintió fortalecido y reconocido con la Constitución de la Archidiócesis Extremeña), (y hoy pone toda su esperanza en completar su plena integración, identidad y vertebración territorial), que permita hacer realidad la dependencia de Guadalupe y de todas las demás poblaciones de una Diócesis extremeña, con pleno respeto a todas las partes, en la seguridad de que, desde esa esperanza de realidad, propiciaremos aún más que el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe pueda seguir siendo enclave monumental de arte, de cultura, de historia y también de fe, de la que será faro y guía, no sólo para Extremadura, sino también para toda España, para Iberoamérica y para toda la humanidad.

Sería un acto de justicia y también de solidaridad para con todo un pueblo como el extremeño, leal y comprometido siempre con su Iglesia. Una gran mayoría de ciudadanos son plenamente conscientes de la importancia y significación espiritual de este solar sagrado y por otra parte todos los extremeños se sienten reconocidos a través del Real Monasterio de Guadalupe. Todos nosotros junto a nuestras instituciones y toda la sociedad civil extremeña estamos comprometidos en recuperar plenamente nuestra identidad y en alcanzar la mayor proyección y universalidad de Guadalupe.

Conseguir este objetivo es determinante para poder alcanzar plenamente, no sólo la vertebración integral de nuestra región, pues además una peregrinación solidaria, como la que hoy celebramos, de forma imperativa, nos debe marcar el rumbo del futuro en todo lo que tiene que ver con los cambios de actitudes, con el fortalecimiento del compromiso de cada uno de nosotros, para conseguir el pleno desarrollo de nuestra tierra, con el emprendimiento, con la calidad de vida solidaria que, de una vez por todas, con plena seguridad en nosotros mismos, lleguemos al convencimiento de que todo lo que el pueblo extremeño se proponga, lo logrará con creces. Desde el compromiso, todos los pueblos viven sobre todo de esperanza, pues donde la esperanza no existe, no puede existir el esfuerzo. En esta II Peregrinación a Guadalupe para reivindicar tan nobles ideales para nuestra tierra, según el dicho clásico, nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas.

Gracias.



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