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La mejor librería del mundo en el siglo XVII estuvo a punto de establecerse en Madrid

La mejor librería del mundo en el
siglo XVII estuvo a punto
de establecerse en Madrid

Si pingüe privilegio era el que tenía la Casa editorial en Anvers por Cristóbal Plantino, no le iba en zaga el que disfrutaba la opulenta Comunidad Jerónima Escurialense. Aquélla tenía la exclusiva de la impresión de los libros de rezo destinados a los dominios españoles, pero ésta era la única que podía venderlos. De Anvers venían las grandes remesas de breviarios y misales que iban a parar a los enormes depósitos que la Orden tenía en Madrid y Sevilla.
Pero como todo negocio bueno tiene sus quiebras, tocóles la china a los flamencos. Los reverendos, so pretexto de que con las guerras y la incertidumbre de los cambios andaban mal de fondos, llegaron a tener una deuda con sus proveedores, que en 1680 alcanzaba la respetable cifra de medio millón de reales. ¿Cómo enjugarla? Dos soluciones se ofrecieron: pagando en lana el precio más alto del mercado por San Juan o dando a cambio una casa que poseían en Madrid. Con el tiempo retiraron la primera oferta y quedó en pie la segunda.

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