PRELIMINARES A PASIÓN Y MUERTE DEL
ARQUITECTO DE ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO
En 1933 Antonio Rodríguez Moñino era un
joven licenciado en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Madrid.
Contaba ya en su haber con un denso y estimable curriculum. Es entonces, en octubre de ese año, cuando como
profesor encargado de curso de lengua y literatura fue nombrado para desempeñar
su cargo en el Instituto “Velázquez” de Madrid, donde era catedrático de la
materia Gerardo Diego.
Tales circunstancias facilitarán la
confluencia de toda una serie de oportunas casualidades en el nacimiento de Pasión y muerte. Por un lado don
Antonio, ya desde su juventud, como anticipábamos, es un bibliófilo vocacional;
y don Gerardo, ya por entonces, era una “rara avis” editorial. Por otro lado,
debemos considerar la coincidencia de ambos en el instituto “Velázquez”,
durante unos años cruciales no sólo para nuestro país, sino también, en mayor o
menor medida, para sus propias vidas. Moñino prestaría sus servicios en dicho
instituto hasta mediados de 1935; ínterin en que fraguaría una amistad con
diego, luego no interrumpida pese a las difíciles circunstancias que se
sucedieron.
“Amistad” que nos permite ahora trastocar
los marbetes típicos, aunque no gratuitos, de poeta y bibliógrafo con los que
genérica e individualmente se suele identificar a ambos.
Debemos por lo tanto corregir y
enriquecer nuestra imagen de Antonio Rodríguez Moñino a la luz de su nuevo y
auténtico rostro poético, hasta ahora a la sombra del bibliógrafo, del
dimitente académico, del afamado y erudito conferenciante, del catedrático de
Berkeley.
Se nos revela don Antonio como un poeta
atrevido, empapado de la renovación poética de “la generación del 27” e
intencionalmente lúcido, al tiempo que lógicamente rehumanizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario