EXTREMADURA
EN MADRID: PERSONAJES Y
CIUDADES
EN SU CALLEJERO
(Notas
biográficas, anécdotas y curiosidades)
RICARDO
HERNÁNDEZ MEGÍAS
Madrid,
2013
En la tarde del día 18
de septiembre de 2012 un grupo de amigos extremeños asistimos en el salón
principal de la Biblioteca Nacional a la presentación del libro de don
Bartolomé José Gallardo, titulado Vocabulario provincial americano y otros
léxicos, publicado por la
Biblioteca de Extremadura en su colección Alborayque
libros.
El gran salón estaba repleto de un
público muy entendido en el tema, entre los que figuraban muchos extremeños de
la diáspora, destacando poetas, prosistas, historiadores, bibliófilos y
bibliógrafos y personas de grande méritos literarios, tanto extremeños como de otras regiones españolas.
La presentación estuvo a cargo de don Joaquín González Manzanares, Presidente
de Honor de la UBEx y actual Director de la Biblioteca de Extremadura, don José
Miguel Santiago Castelo, poeta, novelista, periodista, subdirector del diario
ABC y Presidente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y de las
Artes, y doña Trinidad Nogales Basarrate, doctora en Arqueología por la
Universidad de Salamanca y Consejera de Cultura del Gobierno de Extremadura.
Con el buen sabor de una magnífica presentación y contentos
con nuestro libro bajo el brazo, como buenos bibliófilos, el numeroso grupo de
amigos, como siempre hacemos en estos eventos, nos fuimos a tomar unos vinos,
hablar sobre el tema expuesto y sobre los distintos actos culturales futuros
que nos esperan hasta finales del presente año.
El grupo estaba compuesto por don Francisco Cerro Ramos,
poeta y Presidente del Círculo Extremeño
en Torrejón de Ardoz, doña Maruja Sánchez Acero, Presidenta del Hogar Extremeño
de Madrid, don Vicente Sánchez Cano, economista y Presidente de Guadalupex, don
José Iglesias Benítez, poeta, licenciado en Arte y Presidente de Beturia
Ediciones, doña Julia Rodríguez-Moñino, licenciada en Filosofía y Letras y
Secretaria de Beturia Ediciones y don Ricardo Hernández Megías, escritor,
Presidente de la Federación de Asociaciones Extremeñas en la Comunidad de
Madrid y Vocal del Consejo de Comunidades Extremeñas en el exterior. Al grupo
inicial se añadieron tres nuevos componentes, todos ellos extremeños, entre los
que figuran don José Sánchez-Arjona, abogado, don Eloy Rodríguez Sánchez-Toril
y don Marcial Gómez.
El magnífico ambiente de amistad reinante en dicha reunión
en la Cafetería Riofrío, en la Plaza de Colón, muy cercano a la Biblioteca
Nacional, dio de sí muchas y sabrosas anécdotas y comentarios sobre diversos
temas literarios, pero lo más importante, en este caso, fue la propuesta de
hacer un trabajo, en forma de libro, que recogiera el callejero madrileño con
los nombres de personajes y ciudades extremeños, sabedores todos nosotros de la
importancia y cantidad de los mismos, trabajo que hasta estos momentos nadie,
que sepamos, se ha atrevido a hacer y que todos los presentes determinamos
podría ayudar a conocer desde otros punto de vista a nuestros paisanos
homenajeados por el Ayuntamiento de Madrid.
Dado que quien esto escribe lleva más de diez años
trabajando sobre la recuperación de la memoria de nuestros personajes y que
dichos trabajos han sido publicados en tres tomos en los años 2004 y 2012 por Beturia Ediciones, se determinó que aún
contando con la ayuda de todos los presentes, yo sería la persona más adecuada
para dicho encargo, tarea que realmente me resulta del todo grata y que espero
cumplir con la confianza en mí depositada.
Comencemos diciendo que los nombres de las calles de Madrid,
como las de cualquier otra ciudad del mundo, van apareciendo conforme la ciudad
se va desarrollando y el ciudadano necesita saber dónde se encuentra, por dónde
camina ó en la que vive un familiar, un amigo, etc., aunque el estudio de las
mismas sea bastante reciente, pues se empezaron a estudiar a mediados del siglo
XVIII. En sus comienzos, dichos nombres tenían mucho que ver con los oficios
que en ellas se ejercían, el nombre de alguna familia peculiar, algún crimen o
hecho curioso, el asentamiento de algún convento y, en la mayoría de los casos,
siguiendo el hilo de alguna leyenda popular. Actualmente se sigue la costumbre
de homenajear a hombres y mujeres de reconocido prestigio cultural y social,
poniéndoles su nombre a una calle después de su fallecimiento, siempre contando
con el consenso de todos los partidos políticos representados en el
Ayuntamiento.
La primera fecha en que se hizo un estudio sobre el número
de calles y casas en la villa de Madrid, fue en 1749 con el fin de facilitar la
recaudación de impuestos, consistente en una relación detallada de las casas y
manzanas que en ella había. De este estudio, nos dice el cronista, resultó que
había 557 manzanas y 7.049 casas, numerándose todas las casas y manzanas con
azulejos de porcelana fabricados en la cercana Talavera, como todavía podemos
ver en las fachadas de algunas casas en la parte antigua de la ciudad.
Si
bien las calles tuvieron nombre fijo (no siempre, como después veremos) desde
el momento en que en ella se fueron asentando sus moradores, las casas no
seguían un orden en cuanto a su numeración, dado que al numerarse las casas por
manzanas, en la misma calle existían números repetidos que provocaban
confusiones a la hora de localizar una casa determinada, por lo que aquello era
un galimatías de difícil solución cuando se quería transmitir alguna noticia a
determinado ciudadano, bien fuera de contento o de tristeza, camuflándose en
este desconcierto los delincuentes cuando eran requeridos por las autoridades
municipales, fiscales o nacionales. Mucho más complicado, cuando algunas calles
tenían el mismo nombre o eran conocidas con varias denominaciones.
Estos
problemas, en una ciudad que crecía a pasos agigantados a partir de mediados
del siglo XVIII, fue lo que llevó en 1835 al marqués viudo de Pontejos,
corregidor por aquellos años de la Villa, a ordenar numerar las casas y poner
su nombre en los extremos de las calles, siguiendo un orden lógico como lo fue
comenzar la numeración a partir del punto más cercano a la Puerta del Sol,
situando los números pares a la derecha y los impares a la izquierda. Hasta
1860 las plazas de la Villa no contaron con numeración correlativa.
Finalmente,
en los mismos años y ordenado por el mismo marqués de Pontejos, las calles que
tuvieran el mismo nombre –más de doscientas–, o que tuvieran una denominación
ridícula (Tentetieso, Azotado, Cantarranas, Burro, etc.) pasaron denominarse
con el nombre de personajes famosos, costumbre que ha seguido vigente hasta
nuestros días, homenajeando de esta forma a los personajes más relevante de la
sociedad española, bien sea de la Literatura, de la Ciencias, de las Artes, de
la Guerra, actualmente también de los Deportes, o, en muchas ocasiones aquellos
ciudadanos corrientes que se han distinguido por un acto de heroicidad o de
entrega a sus semejantes.
Siendo
alcalde de Madrid don Fermín Caballero en 1840, realizó un curioso estudio de
los nombres genéricos que tenían las calles de Madrid, encontrándose que había
hasta catorce maneras de denominar una calle: carrera, corredera, callejón, cuesta, costanilla, pretil, portal, arco,
pasadizo, plaza, plazuela, campillo, puerta y postigo, a los que en la
actualidad habría que añadir otras diecisiete más: glorieta, escalinata, cañada, ribera, senda, vereda, galería, vía,
avenida, paseo, travesía, plazoleta, ronda, paso, cava, gran vía y pasaje.
El primer libro que nosotros conozcamos sobre el estudio de
las calles de Madrid fue el titulado Origen histórico y etimológico de las calles
de Madrid, de Antonio Capmani y Montpalau, aparecido en el año 1863,
aunque no nos dice las fuentes consultadas y, creemos, en muchos casos son
producto de leyendas o frutos de su imaginación.
Habría que esperar a la aparición, en 1889, del libro
escrito por Hilario Peñasco y Carlos Cambronero, con el título Las
calles de Madrid: Noticias, tradiciones y curiosidades, para mejor
conocer el origen real de las mismas, siendo el mencionado libro consultado por
todos aquellos que en años posteriores se interesaron por dicho asunto.
Otro libro importante
sobre el tema que nos ocupa aparece entre los años 1921 y 1925; el gran cronista
Pedro de Répide publicó por entregas en el diario La Libertad el libro sobre las calles de Madrid titulado El
origen de los nombres de las calles de Madrid.
Para finalizar, y motivo de
consulta por nosotros, hacemos figurar la salida al mercado del libro Los
nombres de la calles de Madrid, del escritor Federico Bravo Morata,
editado por Fenicia, que ha tenido el honor de merecer varias ediciones.
Nos sigue diciendo el cronista que si observáramos el primer
plano de Madrid, conocido como de F. de Witt, de 1635, hasta los de mediado del
siglo XIX, veremos que reflejan, en la mayoría de los casos, los mismos nombre
de las calles y de las plazas, habiéndose producido muy pocos cambios.
Sin embargo, es a partir de la segunda mitad del siglo XIX
cuando el callejero se convierte en un reflejo de los cambios políticos que
caracterizaron ese período histórico. Nos confirma que se produjeron cambios de
nombres en 1840, 1844, 1856, 1868, 1869… coincidiendo dichas fechas con
asonadas militares, revoluciones, cambios de Gobierno y Constitución…,
convirtiéndose, a partir de esos momentos, en una costumbre el cambiar de
nombre a una serie de calles dedicadas a personas o hechos relevantes
favorables al partido ganador, sustituyendo a los perdedores, con que las habían
bautizado.
Un ejemplo muy significativo de lo que venimos diciendo fue,
que tanto en el período revolucionario de 1868 a 1874 y en tiempos de la I y II
República, los nombres alusivos a la familia real fueron cambiados por los de
otros personajes de su cuerda.
Otro
ejemplo sería el de la pérdida de las colonias españolas, en 1898, en que los
nombres de estas colonias fueron cambiadas por los de los héroes españoles que
lucharon o murieron defendiéndolas.
Por
último, para no cansar el lector, señalar que en temas de cambios de nominación
de calles y plazas, la palma se la lleva la Guerra Civil española, en que uno y
otro bando rivalizaron por ponerles a las calles de Madrid nombres de
personajes y hechos heroicos afines a sus ideologías, nombres que han seguido
–y siguen en el caso de los vencedores– vigentes en muchas localidades de
España, aunque a la llegada de la Constitución democrática de 1978, las
autoridades civiles intentaron, de manera muy
tenue, arreglar definitivamente el problema.
Nosotros,
para nuestro humilde trabajo sobre las calles de Madrid, nos vamos a centrar en
descubrir y biografiar sucintamente y siguiendo un orden alfabético, los
personajes o ciudades extremeños que han merecido el honor de figurar en el
callejero madrileño, rescatando, si nos es posible, todos aquellos datos y
curiosidades que tanto el personaje como la nominación de la misma nos
ofrezcan, así como peculiaridades o casos curiosos que en ella hayan sucedido a
través de los años. Solamente aparecerán en este estudio aquellos personajes
que tengan calle (excepcionalmente un colegio) en Madrid Villa, y no aquellos
otros –numerosos– que sí tienen calle o colegio en los pueblos de la
periferia.
Para
ello, hemos investigado sobre todos y cada uno de los libros que sobre el callejero
de Madrid aparecen en la Biblioteca Nacional de Madrid, y fijándonos en
aquellos que tienen mayor importancia para nuestro trabajo, encontrándonos con
la agradable sorpresa de una extensa bibliografía –sesenta y un estudio–, cuya
lista que ponemos a disposición del lector amante de estos estudios
madrileñistas.
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