sábado

VIAJE A PASTRANA

VIAJE A PASTRANA

(Un acercamiento a la Iglesia Colegiata de La Asunción y visita a la exposición de Tapices flamencos de Arcila y Tánger)


Sencilla entrada principal de la colegiata de La Asunción, en Pastrana


El viajar tiene un gran inconveniente que se hace vicio: una vez que te ha atrapado el irrefrenable deseo de recorrer otros caminos, ya no puedes sustraerte a la contumaz ilusión de conocer nuevas tierras, nuevas gentes.

         Hoy, lunes 22 de junio de 2015, el amigo Antonio Dávila, presidente de la Asociación Amigos del Camino Real de Guadalupe, nos ha emplazado para visitar la Iglesia Colegiata de la Asunción, de Pastrana, Guadalajara, con el fin de visitar la importantísima exposición de tapices flamencos denominados del rey Alfonso V de Portugal, que nos narran las hazañas de dicho rey en la conquista de las plazas de Arcila y Tánger, y que datan de los años de 1471 a 1475, que más adelante comentaremos.

         El amigo Antonio se nos ha “aburguesado” y ya no nos lleva en su famoso todoterreno llamado “la peregrina”, que tantos dolores de huesos y sustos nos ha costado a los asiduos viajeros, y esta vez nos lleva en un nuevo y amplio automóvil que nos invita al recreo de nuestros ojos y al descanso del cuerpo.

       El grupo que salimos de Madrid lo formamos esta vez tres viajeros: Antonio, el pintor de Guareña Damián Retamar y este humilde aprendiz de cronista, Ricardo Hernández Megías. Nuestro deseo, y el de nuestro enlace en el pueblo, Eduardo, viejo conocido de anteriores excursiones por el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, su pueblo, y esta vez reconocido y solvente guía en el Museo y exposición de Tapices de la Colegiata de Pastrana.

         La mañana de junio es clara, con un cielo azul deslumbrante, que a estas horas de la mañana en que salimos de Madrid, ya el calor nos asaetea con sus rayos como queriendo disuadirnos de nuestra aventura. El tráfico es intenso a estas horas de la mañana y, nosotros, fuera ya del circuito comercial, agradecemos el tener todo el día para nuestra complacencia. La distancia desde Madrid hasta Pastrana es de unos 100 kilómetros, pero, como es costumbre en nuestro conductor, siempre nos depara una sorpresa en cada viaje, por lo que al llegar al cruce con Lupiana, el coche se desvía y emprende rauda marcha hasta tan conocido, para nosotros, lugar.

        El campo alcarreño se encuentra a estas alturas del año agostado; la cebada y el trigo, aquel que no ha sido ya segado, está a la espera de que las modernas máquinas lo corten eliminando el peligro de las tormentas veraniegas, por lo que Damián, ojo avizor, puede contemplar los distintos tonos del ocre de las mieses contrastando con el verdor de las manchas de bosque mediterráneo que aún quedan por el contorno, o bien despuntando contra los tesos calizos que se levantan sobre la llanura manchega.

         Cuando nos acercamos a nuestro lugar de visita, nuevamente al Monasterio de San Bartolomé, lugar de donde salieron los primeros monjes jerónimos que llegaron al monasterio de Guadalupe, Cáceres,  y entramos en los frescos y arbolados caminos sombríos que nos conducen a su entrada, una sensación de bienestar invade nuestros espíritu, mientras que atento a todo cuanto nos rodea de naturaleza, nuestro pintor va tomando buena nota de los colores que a nuestro alrededor, y como un nuevo regalo de la luz del día, van punteando.

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