Libre con Libros
Manuel Pecellín, 03/07/2015
Ricardo Hernández, natural de Santa Marta (1948) y residente en Madrid, bibliófilo apasionado e infatigable estudioso del patrimonio cultural extremeño, viene interesándose desde hace lustros por dar a conocer la vida y obra de nuestros escritores contemporáneos. A personalidades como las de Antonio Rodríguez-Moñino, Ángel Braulio Ducasse, Manuel Monterrey o Luis Álvarez Lencero les ha dedicado sesudas investigaciones, siendo también autor de obras panorámicas, como los tres volúmenes de Escritores extremeños en los cementerios de España (2004-2011) o el libro Guía de poetas de la Extremadura exterior (2010-2014). Sus estudios se distinguen siempre por la sólida base documental que maneja, lo que le permite en numerosas ocasiones depurar no pocos errores deslizados por la historiografía al uso.
Abrumadora es la acumulación de datos recogidos para componer esta extensa biografía (304+ LXIV páginas) de un hombre admirable, a quien le uniese amistad estrecha, Rafael Rodríguez-Moñino y Soriano (Badajoz, 1935 – Madrid, 2005), cuya muerte a tantos nos produjo hondo dolor. Tres facetas distinguieron los quehaceres de alguien tan libre como honesto e inteligente: la diplomacia, la docencia y la escritura. El autor nos va ilustrando sobre cada una de ellas, demostrando que estuvieron profundamente imbricadas en el personaje, desde la juventud hasta los últimos días, incluso herido por el cruel cáncer que lo llevó a la tumba. Rafael Rodríguez-Moñino, licenciado en derecho, recibió una sólida formación humanística: los agustinos de Málaga y El Escorial, más la constante iluminación de sus tíos paternos, María Brey y D. Antonio, “el príncipe de los bibliógrafos españoles” (M. Bataillon dixit) fueron los focos éticos e intelectuales a los que se mantuvo indefectiblemente fiel, incluso en los más difíciles momentos de una existencia no del todo plácida.
Tal vez los más complicados tuvo que vivirlos este diplomático de carrera durante el ejercicio de su profesión en distintos lugares del África (entonces) española. Cuenta detallada de aquellos avatares dio en el minucioso informe que elevó al Ministerio de Asuntos Exteriores (1970). Eliminado, sin duda por manos interesadas, de los tres Archivos donde debería figurar (el de Exteriores, Dirección General de África y Embajada española en Naciones Unidas), se reproduce aquí (pp. 39-67), como demostración de las muchas virtudes que adornaron a su redactor. En La misión diplomática del XVII Duque de Alba en la Embajada de España en Londres (1937-1945); Razón de Estado y dogmatismo religioso en la España del siglo XVII: negociaciones hispano-inglesas de 1623 o Los Fundamentos de la Diplomacia daría a conocer sus muchos y meditados saberes. Más feliz sería luego como Cónsul General en Montpellier, cargo que le facilitaría componer el estudio El exilio carlista en la España del siglo XIX (carlistas y demócratas revolucionarios(Valencia, Castalia, 1984).
Igual que a su célebre tío, a Rafael Rodríguez-Moñino le sedujo también la vocación docente. La ejerció con general reconocimiento en la Escuela Diplomática, donde fue Jefe de Estudios, hasta que algunos colegas reaccionarios le movieron la silla acusándolo de excesivamente liberal, poco adicto al régimen. Optó entonces por hacer las oposiciones a Instituto y, como catedrático de Geografía e Historia, estuvo en el de Baeza desde1980 a 1998. Son numerosísimos los trabajos que publicó sobre la historia, arte, etnografía y personajes de la ciudad cantada por Antonio Machado. Una laringectomía le impuso la jubilación, aunque la pérdida del habla – que recuperaría “robotizada”, tras tenaces ejercicios de logopedia-, no logra detener las relaciones sociales, ni las labores de investigación, mantenidas hasta casi los últimos momentos. Fue en esta última etapa cuando pareció recuperar el interés por Extremadura. La relación de sus publicaciones es muy extensa, si bien el libro más relevante fue el que dedicó a La vida y obra del bibliófilo extremeño D. Antonio Rodríguez-Moñino (Madrid, Beturia, 2000, 564 págs.).Él propuso fuera publicado por la ERE, sin que se llevara a efecto a causa de motivos poco justificables, aquí explicados.
El estudio de Ricardo Hernández incluye un exhaustivo apéndice bibliográfico y otro de fotografías relacionadas con el biografiado. Pone prólogo la hermana tan querida por Rafael, Julia, cuya eficaz sombra se percibe en todos los capítulos.
Ricardo Hernández Megías, Rafael Rodríguez-Moñino. Un hombre para la cultura. Madrid, Beturia, 2015.
La información procede de aquí: http://blogs.hoy.es/libreconlibros/
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