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PRESENTACIÓN DEL LIBRO “CAMINO AL ANDAR” DE DON JOSÉ SANTIAGO SÁNCHEZ

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “CAMINO AL ANDAR” DE DON JOSÉ SANTIAGO SÁNCHEZ EN EL CÍRCULO EXTREMEÑO DE TORREJÓN DE ARDOZ,
EL DÍA 18 DE ABRIL DE 2007.


Queridos amigos:
Hace ya muchos años que conozco a don José Santiago. Rectifico. Hace muchos años que conozco a mi amigo José Santiago. Porque pese a la diferencia de edad y al respeto que me merece, siempre ha querido que le tuteemos y le tengamos en el Hogar Extremeño de Gran Vía, donde es el verdadero Patriarca, como un amigo más en el grupo de “golfillos” y amigos de tertulias literarias que formamos en su Sede la gente de Beturia.

Y desde hace ya muchos años, este hombre bueno y amante de las letras, es una verdadera institución entre nosotros.

Decíamos en esta misma tribuna no hace muchas fechas, con motivo de la presentación de otro libro, que viendo los escaparates de las librerías más importantes de la capital española, da verdadera pena observar que los escaparates están atiborrados de obras totalmente irrelevantes en el mundo de la literatura, cuyo único mérito, si es que lo tienen (y lo tendrán dado el número de sus ventas) es su bien estudiado lanzamiento comercial. Lo mismo ocurre, no sé si como reflejo de lo anterior o como guía, en los suplementos literarios de los grandes diarios nacionales que, todavía y no sabemos si por mucho tiempo, ofrecen interesadamente las novedades literarias de la semana.

Otra cosa en la calidad de lo ofertado.

El mercado literario español, creo que ha sucumbido a la comercialización que sufrieron otros mercados de países más desarrollados que el nuestro, cuyos productos se estudiaban en función de sus ventas y no de su calidad literaria, porque, en definitiva, en el mundo en que nos movemos, lo importante es el éxito comercial que hace rico a sus autores (más a sus comercializadores), aunque la obra sea olvidada por los lectores a las pocas semanas de su lanzamiento. Recuerdo que hace muchos años, cuando yo empezaba seriamente a preocuparme por la literatura, leí un comentario de un crítico americano sobre el fenómeno del “Bell Seller” que en aquellos años estaba representado por autores de enormes tiradas como Harold Robins. Decía el crítico que el mérito de estos autores consistía en mezclar hábilmente un 25 % de sexo, un 25% de corrupción y escándalo, un 25% de dinero (si era posible mal ganado) y el otro 25%, a veces, con alguna idea interesante o cuanto menos de actualidad.

Si estudiamos seriamente las obras de mayor éxito en nuestro país en estos momentos, veremos que estos porcentajes siguen siendo bastantes fijos, a excepción de las ideas que desgraciadamente, baja su porcentaje escandalosamente.

Hoy presentamos un libro, un nuevo libro, muy alejado de estos circuitos comerciales, es decir, a José se le ha olvidado mezclar, o desconoce los porcentajes literarios americanos y se ha quedado en lo puramente literario. Así no conseguirá entrar en la Real Academia de la Lengua, donde se le han adelantado otros vivales como Cebrián o Pérez Reverte.

Pero vamos a entrar a comentar seriamente el libro que tenemos en las manos. Primeramente decir que es un libro sencillo, como lo es su autor. Un libro más de vivencias que de memorias –aunque también-, como anuncia su autor en sus páginas. Y esto, que podría ser su cruz, precisamente es el mérito mayor y más interesante de un libro escrito principalmente para sus hijos, como el mejor regalo que un padre honrado puede ofrecer a los que les suceden. No es mal regalo. Lo reconozco.

Pero el libro, escrito con una prosa sencilla, pueril e intrascendente en algunas de sus páginas, alcanza su valor real cuando lo que se está contando, con sinceridad, con valentía, sin falsos “faralaes” con que adornarse, es la vida, toda la vida de un hombre bueno que quiere dejar su legado de hombría a sus hijos.

He leído atentamente el libro en más de una ocasión. Yo creo, con la misma sinceridad con la que está escrito, que el libro se le escapa de las manos al autor y sigue su propio camino al margen de la pluma que lo escribe. Me explico: de las confesiones de su autor, se sus vivencias personales, de los años que le tocó vivir, podemos nosotros hacer varias lecturas, algunas verdaderamente interesantes, que el autor seguramente nunca se propuso. Veámoslo paso a paso.

De su dolorosa orfandad y de las dificultades de una mujer viuda, en una sociedad rural, para sacar adelante la familia, bien conocida por otra parte por quien esto comenta, podemos nosotros entresacar la noticia de la terrible epidemia de 1918 que asoló el territorio nacional llevándose miles de vidas humanas, principalmente jóvenes. Como podemos entresacar de sus comentarios el decadente ambiente social de aquellos años y los paupérrimos recursos de la sociedad española frente a la temida epidemia.

Quienes pasamos ya de los cincuenta y hemos vivido una infancia pueblerina, nos encontraremos en las páginas del libro de José con el fenómenos de las escuelas “de párvulos” (de cagones, se decía en mi pueblo), verdaderos depósitos de infantes en manos inexpertas, cuya única enseñanza era la “disciplina” impuesta por la caña sobre la cabeza o la regleta maldita sobre la palma de la mano. No era mejor el paso siguiente; es decir, las Escuelas Nacionales, con sus incomodidades, sus carencias, tanto físicas como intelectuales, con maestros muchas veces poco profesionales y con un Gobierno poco interesado en este campo.

Antes de entrar en la guerra civil, la parte mejor tratada y de más intensos recuerdos en el que escribe, quiero recoger un capítulo muy interesante que el autor, de forma inconsciente, creo, nos regala. Con esa memoria prodigiosa de aquellos que han recibido una formación por transmisión oral (“Lo que se aprende con baba no se olvida con canas”), el autor nos va indicando los apodos, los motes con que normalmente se nos conoce, o se nos conocía, a las familias en los pueblos y que, como ya indico, es una verdadera recuperación de una parte importante e interesante de la pequeña historia de los pueblos, que poco a poco y conforme los nuevos medios de información nos han ido “aborregando”, se van perdiendo poco a poco y que no tardará mucho en desaparecer. Por eso su importancia de que queden definitivamente reflejados en un libro. Yo he ido recogiendo uno a uno los reseñados por el autor y he contado hasta un total de cincuenta y dos, incluyendo el de CAÑERO, que es como a él se le conoce en Granja de Torrehermosa.

Otro importante apartado que podemos señalar del libro es la denominación de las distintas fincas de la zona y que daría material más que suficiente para un amplio estudio: El Cabril, El Coto LLera. Las Palmas, Los Arquitones, La Charca del Poleo, La Heredad, etc.

Un capítulo muy interesante para aquellos que somos bibliófilos o nos interesamos de una forma más concreta sobre el mundo de los libros, es el de las lecturas que el autor confiesa haber tenido y que por aquellas fechas eran las Novelas por entregas (El Caballero Audaz, Pedro Mata, Artemio Precioso) o los autores clásicos al alcance de muy pocos lectores, tanto por su precio como por su contenido: Alarcón, Pérez Galdós Rafael López de Haro, Blasco Ibáñez, Vargas Vila, Julio Camba, etc. autores que muchos años más tarde, quien esto escribe, fue recuperando con su compra en los mercados de viejo y que hoy forman una parte muy interesante de mi biblioteca personal. Como verás, José, el tiempo no pasa sobre las buenas obras, como denunciábamos al principio de esta charla.

Podíamos señalar más hallazgos en este libro aparentemente sencillo pero lleno de gratas sorpresa: la descripción de los bailes y el galanteo de los jóvenes de la época, las canciones que estaban de moda, etc.

No quiero cansarles con mi charla y quisiera que fuera el autor quien les hablara de su obra. Pero no voy a dejar pasar la ocasión sin dedicarle unos minutos a un acontecimiento que marcó definitivamente a quienes lo vivieron personalmente y a quines vinimos después, que sin comerlo ni beberlo, pagamos las consecuencias por el mero hecho de ser los descendientes de uno de los dos bandos en lucha (naturalmente que los descendientes de los perdedores fuimos los más perjudicados): me estoy refiriendo a la guerra civil y a sus terribles consecuencias que de una forma directa llegaron hasta muy cercanos los sesenta.

Con la misma sencillez que señalábamos antes, el autor, testigo directo de la misma, pues tiene en esas fechas 17 años, nos va introduciendo paso a paso en los acontecimientos que dieron lugar a tan fraticida contienda. No acusa, no denuncia a nadie, no toma partido, aunque tenga muy claro que él es de los que la perdieron. Tan sólo relata los acontecimientos que se fueron desarrollando a su alrededor; las grandezas y las miserias de unos protagonistas, mucha veces sujetos indirectos y circunstanciales de lo que estaba pasando, que bastante tenían con escapar de una muerte segura según el bando en el que quedaron atrapados. Nos cuenta los acontecimientos a partir de la muerte del teniente Castillo y la inmediata venganza en la figura del diputado “cedista” Calvo Sotelo; el primer golpe militar bajo las órdenes de Sanjurjo y su posterior fracaso; los asaltos a casas particulares, a iglesias, con la destrucción de una parte muy importante del patrimonio artístico; la creación de los Comités revolucionarios en los pueblos anulando la autoridad legítima de sus Alcaldes, así como los fusilamientos (por parte de los dos bandos) en las tapias de los cementerios, etc. Un libro para ser leído muy detenidamente y estar atento a tantas sorpresas como nos depara.

Para terminar, quiero señalar que el último capítulo, el dedicado a la figura del poeta-escultor Luis Álvarez Lencero, figura completo en la Addenda de mi libro –todavía inédito- titulado Luis Álvarez Lencero …desde la memoria (Estudio bio-bibliográfico). La historia es muy sencilla y con esto finalizo esta presentación. Cuando ya tenía terminado el referido y polémico libro sobre el poeta-escultor extremeño, tan idolatrado como desconocido por los poetas jóvenes que le siguieron años más tarde, quise recuperar, al margen de lo investigado por el autor, la memoria que el mismo había dejado en sus amigos. Quería contrastar mis apreciaciones personales, a veces subjetivas, con la memoria de aquellos que le habían tratado personalmente y tenía muy viva la memoria del contradictorio personaje. José era uno de ellos y cuando me dirigí a él para recabar su ayuda, rápidamente se puso mano a la obra y me la envió manuscrita. Aún la conservo. Lean ustedes el libro que les aseguro les gustará. A mí me ha gustado. Muchas gracias por su atención y gracias José por entregarnos parte de tu propia vida.


Torrejón, 18 abril de 2007
Ricardo Hernández Megías

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