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CHARLA CULTURAL SOBRE PERSONAJES EXTREMEÑOS

CHARLA CULTURAL SOBRE PERSONAJES EXTREMEÑOS DADA EN LA CASA DE EXTREMADURA EN CARABANCHEL, CON MOTIVO DE LA APERTURA DE SU XIII SEMANA CULTURAL EXTREMEÑA, 10 DE NOVIEMBRE DE 2008.


Queridos Amigos:

Me pide vuestro Presidente, con motivo de la apertura de la XIII Semana Cultural, prepare una charla con el título PERSONAJES ILUSTRES EXTREMEÑOS. Así, por las buenas, como si fuera posible hablar en pocos minutos de tan amplio y rico patrimonio de una tierra, Extremadura; con un inabarcable diccionario de hombres ilustres. No obstante y de una manera coloquial y sencilla, voy a intentar acercar los nombres de algunos de estos personajes nacidos en nuestra tierra, con el único y grato placer de rescatar su memoria del olvido al que en muchos casos les tenemos relegados los propios extremeños.

Creo, queridos amigos, que uno de los males de nuestra tierra, si no el principal, es el gran desconocimiento que de ella tenemos, tanto los de fuera, como los que hemos nacido dentro de sus límites territoriales. Un pais, una región, un pueblo sin historia, está condenado a desaparecer por faltas de referencias o por falta de memoria de sus habitantes.

Extremadura, hasta no hace muchos años, ha sido para unos y otros un inmenso territorio al límite de las Fronteras con Portugal, pero que parécese no ha tenido, ni tiene historia, ni mucho menos personalidad propia. Nada más incierto. Nuestra tierra, para bien o para mal, es parte importantísima de la Historia de España, y dentro de sus territorios se han dado los acontecimientos más relevantes que han conformado el devenir de su gran historia común como país, tal y como vamos a ir comprobando en estas breves notas que he ido confeccionando.

Una pregunta se me viene a la cabeza en esta nueva España de divisiones y revisiones históricas; cuando muchas de las Comunidades Autonómicas reclaman y consiguen lo que han dado en llamar “Deuda Histórica”: ¿Qué es lo que tendríamos que reclamar los extremeños a lo largo de la Historia de España, cuando hemos sido ninguneados, borrados de los planes de desarrollo, expoliados en nuestros inmensos recursos económicos y hasta sentimentales o religiosos, de tal manera que ni tan siquiera somos dueños de nuestra patrona, la Virgen de Guadalupe, cuyo Monasterio, Puebla y toda la riqueza en tierras y ganancias pertenecen al Arzobispado de Toledo? ¿Qué es lo que tendríamos que exigir los extremeños que durante siglos hemos contribuido con nuestros esfuerzo y con nuestra materia prima al enriquecimiento de otras tierras, mientras nuestros feraces campos y nuestros pueblos se vaciaban de su mayor riqueza como son los hombres y mujeres jóvenes? Vamos poco a poco a ir entrando en materia.

Pero comencemos sabiendo quienes somos los extremeños, de donde venimos y qué circunstancias especiales han hecho que nuestra tierra sea la región de España con más emigración y no precisamente, como señalábamos antes, por falta de riqueza, sino por la mala distribución de la misma, en manos de caciques y terratenientes.

Las “Extremaduras” es decir las tierras que estaban al extremo del río Duero (y digo “las” porque Extremadura, porque tal y como hoy la conocemos no tiene nada que ver a como se le conocía en la Edad Media, ya que existía una Extremadura dependiente del reino Astur-Leonés, otra Estremadura portuguesa y hasta otra que abarcaba parte de la bética), arranca, como casi todo lo que los romanos llamaron Hispania, con la llamada Reconquista, que no fue ni más ni menos que el último y definitivo impulso de un pueblo acorralado tras las montañas astures por no sucumbir frente a otro pueblo joven y pujante como eran los árabes, quienes durante muchos siglos habían venido ocupando las tierras abandonadas por los antiguos dueños de medio mundo. Morir o vencer, ese era el dilema.

Pero los reyes del diminuto reino astur-leonés no tenían riquezas ni hombres para emprender tan importante menester, por lo que recurren a la Nobleza y a la Iglesia para que les ayuden con sus hombres y sus dineros en el alistamiento de ejércitos con los que combatir al enemigo. Estos Nobles, que ya venían haciendo de su capa un sayo, estos verdaderos “Señores de la guerra”, como hoy se les llamarían, ponen a disposición de “sus” reyes los ejércitos bien pertrechado con los que cuentan, a cambio de recibir una parte de la tierra conquistada (las llamadas tierras de señorío), exenciones en la explotación de la misma y reconocimiento social con el nombramiento de nuevos títulos nobiliarios con los que aumentar su brillo en la nueva Corte.

Junto a ellos, por otros motivos bien diferentes, pero con el mismo rendimiento económico, la Iglesia, o por mejor decirlo Las Órdenes Militares, mitad monjes mitad soldados, que tanta importancia tuvieron en las luchas contra el enemigo común, herederas de una tradición nacida con sus hermanos mayores, los Templarios, y que en Extremadura fueron extraordinariamente ricas y dinámicas hasta llegada de los Reyes Católicos que unificaron en sus personas los Prioratos, que vieron en ellos una semilla de discordia, cuando no de enemistad y división. Tres son las Órdenes Militares que dominan en Extremadura: La Orden de Santiago, la Orden de Alcántara y la Orden de Calatrava.

Muy pronto, las tierras conquistadas se irán llenando de castillos, Casas fuertes y, naturalmente, de conventos, en los que se van asentando los nuevos dueños. Nos estamos refiriendo al nacimiento de las grandes propiedades, es decir a los latifundios que de una manera u otra han sobrevivido en parte de la nueva España, marcando el destino, entre otras regiones, de nuestra Extremadura.

He querido comenzar así mi charla, porque todo aquel que conozca Extremadura y se interese por su rico patrimonio, habrá visto en sus ciudades restos de otros tiempos, con sus soberbios palacios medievales embellecidos por hermosos escudos heráldicos, en donde podemos leer la historia de muchas de las familias de la más rancia nobleza castellana. Por ello, los primeros nombres de personajes ilustres extremeños llevan los apellidos: Carvajal, Suárez de Figueroa, Golfín, Moscoso, Fernández de Cordova, de Silva, Barrera, Becerra, de Vargas, Inojosa, Maldonado, Zayas, de la Rocha, Ulloa, Argüello…, y así hasta un interminable número de apellidos ilustres que asientan sus reales sitios en poblaciones como Cáceres, Plasencia, Trujillo, Montánchez, Brozas, Feria, Zafra, Alburquerque, etc.

Muchos de estos apellidos estarán unidos a otros nuevos en el gran acontecimiento que significa la conquista de América, por algunos tan denostada y vilipendiada, olvidándose que fue una de las epopeyas más importantes de los siglos XVI y XVII. Cuando se quiera hablar de “la gran España” no podemos olvidarnos de este gran acontecimiento donde sobresalieron hombres nacidos en nuestra tierras y que llevan los apellidos de Cortés, Pizarro, Orellana, Valdivia, García de Paredes….., etc.

Pero bajemos de las nubes y pisemos tierra firme. En un repaso rápido de personajes ilustres extremeños, voy a ir apuntando algunos nombres, dividiendo por actividades la lista de ellos y acercándonos a alguna anécdota o curiosidad que les distingan.

Entre los políticos, podemos señalar con nombre propio al pacense Don Manuel Godoy, Príncipe de La Paz y duque de Veragua, del Valle de Alcudia, Generalísimo de los Ejércitos, valido del rey Carlos IV, a quien sólo la envidia de los que siempre le consideraron un plebeyo arropado por las faldas de la reina, y la malquerencia de un príncipe desequilibrado y maligno, como lo fue Fernando VII, le llevarían al destierro y a una muerte indigna en un país extranjero, de un hombre que en realidad fue un adelantado a su tiempo.

Don Juan Bravo Murillo, nacido y allí enterrado por voluntad propia, en Fregenal de la Sierra, uno de los hombres más importantes del siglo XIX, asesor de la casquivana, lasciva e inculta reina Isabel II, de quien fue su verdadero soporte en todos los avances económicos y sociales de su reinado y quien fue pagado con el mayor de los desprecio y olvido por su Señora. A este gran hombre, que fue cuatro veces Ministro y una vez Presidente del Gobierno se le deben avances tan considerables como la creación de lo que hoy llamamos Ministerio de Hacienda y Economía (explicar). De sus Gabinetes Ministeriales salieron proyectos tan importantes como el primer plan de escolarización rural, a escala nacional, el plan de carreteras y ferrocarriles que hoy llamamos “Plan radial” (explicar). Y para Madrid, entonces un poblachón con unos 180.000 vecinos y una media por persona y día de ocho litros de agua, llegándose a dudar, incluso de la conveniencia de cambiar a Toledo la capital del reino, la traída desde la sierra madrileña de tan preciado bien, que lleva el nombre inmerecido de Canal de Isabel II (explicar). Cuando afloró en la calle Ancha de San Bernando “un río vertical”, según los cronistas de la época, un hombre triste y desilusionado observaba entre la multitud que se agolpaban en las aceras el acontecimiento al que no fue invitado.

Dos Constituciones democráticas ha tenido España hasta el momento, y las dos han sido presididas por personajes extremeños: la primera la de 1812, en la que por primera vez en la Historia, el español pasa a ser ciudadano de pleno derecho dejando de ser un vasallo sin ellos, cuyo redacción y presidencia recae en el humilde sacerdote, Diego Muñoz Torrero, nacido en Cabeza del Buey, Badajoz, liberal, quien limita los poderes reales y a quien una vez en el trono el cobarde y traidor Fernando VII, perseguirá hasta el exterminio, junto quienes se han atrevido a recortar su absoluta voluntad real. Muñoz Torrero moriría en el Penal de San Julián de la Barra, Lisboa, como consecuencia de las penalidades sufridas en sus años de cautiverio y muchos años después, rescatado sus restos, fueron enterrado junto a otros liberales en el Panteón de Hombres Ilustres de Atocha (explicar). La segunda Constitución, la de 1978, que dejaba atrás cuarenta años de enfrentamiento cainitas entre españoles, todos pudimos ver en televisión al nuevo rey de la instaurada –que no restaurada monarquía borbónica-, Juan Carlos I, jurando ante los Evangelios, bajo la atenta mirada del Presidente de las Cortes, don Antonio Hernández Gil, nacido en Puebla de Alcocer en 1915, muerto en Madrid en 1994.
Por no alargar mucho esta relación, nombraremos al dombenitense don Juan Donoso Cortés (aunque su nacimiento por problemas de la guerra contra los franceses fuera en el Valle de la Serena), cuyo pensamiento conservador, tantas veces expuesto desde las aulas del Ateneo madrileño, siga hoy mucho más vigente de lo que parece y más de una vez nos encontramos con que políticos de una y otra tendencia contrapuesta repiten ideas pertenecientes al político extremeño del siglo XIX. Su cuerpo, traído desde Francia junto con el de Menéndez Valdés, otro afrancesado perseguido por el “Ángel exterminador” reposan en el Panteón de Hombres Ilustres de la Sacramental de San Isidro, de Madrid. También quiero que no se olvide la procedencia extremeña del jurisconsulto Calatrava, cuyos restos reposan en el ya mencionado Panteón de Hombres Ilustres de Atocha, junto a otros prohombres como Argüelle, Martínez de la Rosa, etc.

Si hablamos de pintores, nos encontraremos con nombres tan importantes como Zurbarán, nacido en Fuente de Cantos, aunque de escuela artística sevillana, cuyos blancos purísimos y magistrales podremos ver en la Sacristía de Ntra. Sra. de Guadalupe. O el llamado “El Divino” Luis de Morales, cuyo nacimiento se cree fue en la ciudad de Badajoz, y cuya obra podemos encontrarnos en tantas iglesias de nuestra tierra, como puedan ser la propia catedral de Badajoz, o las parroquias de Zafra y Calzadilla de los Barros, entre otras muchas.

Pero no termina ahí la lista de grandes pintores. Los blancos de Zurbarán fueron recogidos por los pinceles magistrales de Jaime de Jaraíz; el hiperrealismo, por Jaime Naranjo, de Monasterio, uno de los artistas españoles de mayor proyección internacional, a los que añadiremos a Obdulio, Rogelio García Vázquez, el dombenitense Cañamero, el cacereño Gumersindo Yuste, (explicar) y, cómo no, el recuerdo imborrable de un hombre al que España debe la conservación durante la guerra incivil del inmenso patrimonio del Museo Del Prado, el pintor de Oliva de la Frontera, 1896, Timoteo Pérez Rubio, quien hizo el milagro de entregarlo sano y salvo a los vencedores franquistas. Su premio: el exilio y la muerte en Brasil, en 1977.

En el campo de la escultura, para no alargar demasiado este trabajo, quiero nombrar a Pérez Comendador, nacido en Fregenal de la Sierra y al emeritense Juan de Ávalos, recientemente fallecido, uno de los grandes escultores de este siglo y a quien injustamente se le ha tratado por el “tremendo pecado” de ser el artífice de uno de los monumentos más controvertidos de este siglo como es “La Cruz de los Caídos” de Cuelgamuros, símbolo del franquismo. Juan, generoso con su tierra, donó mucha de su obra a Mérida para hacer un museo que llevara su nombre, obra que se encuentra casi abandonada por las autoridades autonómicas sin saber darle un destino definitivo.

La Música estaría representada por Cristóbal Oudrid, autor nacido en Badajoz, compositor de Zarzuelas famosas como El molinero de Subiza o El postillón de la Rioja, además de componer la conocidísima obra El sitio de Zaragoza. Murió en Madrid, en 1877 y su tumba se conserva en la Sacramental de San Isidro.

Sería imposible nombrar en tan pocos minutos tantos y tan importantes hombres de Letras como ha dado en Extremadura. No obstante y abusando de su amabilidad voy a enumerar rápidamente aquellos que han dejado más huella, tanto muertos como vivos, y que creo, deberíamos conocer. Tengo que decir que desde hace 5 años vengo trabajando en la recuperación de la memoria de estos escritores extremeños ilustres, cuyas vidas y obras figuran en mis dos últimos libros titulados: Escritores extremeños en los cementerios de España, tomos I y II (pendiente de publicar el III) que si algunos de ustedes desean adquirir, me he atrevido a traer algunos ejemplares para su venta.

Es preocupante, por no decir estúpido señalar que Extremadura es una tierra de incultos y con un atraso relevante en comparación con otras regiones de España. Porque si bien es verdad que nuestra tierra ha sufrido importantes retrasos en este campo –como en tantos otros y no por nuestra culpa exclusivamente-, muchos se olvidan de la otra cara de la moneda, es decir, del verdadero ejército de hombres de letras nacidos en ella. Curiosamente, Extremadura ha sido la cuna de muchos de los grandes, por no decir los más grandes bibliófilos de España, creadores, mantenedores o fundadores de las grandes bibliotecas nacionales. Así, en el siglo XVIII, resplandece la figura enorme e incontestable de don Bartolomé José Gallardo, nacido en Campanario, Badajoz, en 1776 y muerto en Alcoy, Alicante, en 1852, cuando buscaba una joya literaria de las muchas que dio a conocer durante toda su fecunda vida; el siglo XIX, lo cubra con todo merecimiento el pacense don Vicente Barrantes, otros de los hombres capaces de recorrer el mundo a la búsqueda de un ejemplar único; y finalmente, el siglo XX, y seguramente el hombre de letras más importante de él, don Antonio Rodríguez-Moñino, bibliófilo y bibliógrafo, nacido en Calzadilla de los Barros, en 1910, cuya inmensa obra de rescate y divulgación llegó a canjearle el apelativo de “Príncipe de los bibliófilos, según decía el escritor francés Bataillon. Pero la obra de don Antonio, con ser importantísima, no debe ocultar el gran servicio, como decíamos de Pérez Rubio, que le hizo a este País, salvando de la quema o el expolio durante la guerra incivil, tantas y tantas bibliotecas públicas y privadas, que una vez catalogadas, muchas de ellas pasaron a engrosar la Biblioteca Nacional. Como tampoco hay que olvidar que don Antonio, generoso como siempre fue y sabedor de la importancia de su propia biblioteca, no dudó, pese a las graves vicisitudes por la que le hicieron pasar uno y otro bando, en cederla gratuitamente a la Real Academia de la Lengua, de la que él era miembro, valorada en muchos miles de millones. A la inauguración de la misma acudieron el Presidente de Extremadura acompañando a la familia Real, y la propia familia del escritor, agradecidos por tan digno destino.

Pero es que en el Teatro tenemos figuras como Bartolomé de Torres Naharros, nacido en Torre de Miguel Sesmero, Diego Sánchez de Badajoz, Micael de Carvajal, de Plasencia, Luis de Miranda, Gregorio Silvestre, nacido con toda probabilidad en Zafra, Luis Zapata de Chávez, nacido en Llerena, Pedro de Valencia, Cristóbal de Mesa, también nacido en Zafra, Vicente García de la Huerta, autor de la famosa obra teatral Raquel…., etc. En la Poesía, al capitán Francisco de Aldana, muerto y desaparecido en la batalla de Alcázarquivir, cuando acompañaba en los menesteres militares al joven rey portugués don Sebastián, último rey de la Casa de Avis, cuya muerte y desaparición hizo que la corona portuguesa pasara a manos de Felipe II, Luisa de Carvajal y Mendoza, de Jaraicejo, Catalina Clara de Guzmán, de Llerena, donde descansan sus restos, Meléndez Valdés, de Ribera del Fresno, José de Espronceda, Carolina Coronado, nacidos ambos en Almendralejo, (explicar), José María Gabriel y Galán, extremeño de adopción, cuyos restos descansan en Guijo de Granadilla, y su nieto José Antonio Gabriel y Galán Acevedo, nacido en Plasencia, cuyos restos descansan en Torrelodones, Madrid; Luís Chamizo, nacido y ahora enterrado en Guareña, etc., continuando en este siglo el inagotable filón de grandes poetas con los nombres de Eugenio Frutos, nacido en Guareña y enterrado en Zaragoza, Alfonso Albalá, nacido y enterrado por propia voluntad en su ciudad de Coria, Luis Álvarez Lencero y Manuel Pacheco, nacidos ambos en Badajoz donde descansas sus restos, Jesús Delgado Valhondo, emeritense, José María Valverde, de Valencia de Alcántara y muerto en Barcelona, Félix Grande, emeritense que en el año de 2006 ha merecido el honor de recibir el Premio Nacional de las Letras. Y recogiendo el testigo, hombres de nuestro tiempo como Santiago Castelo, de Granja de Torrehermosa, Subdirector del diario ABC y actual Presidente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Ciencias, con sede en Trujillo, Pablo Jiménez, de Navalmoral de la Mata, José Iglesias Benítez, de Villalba de los Barros, José María Bermejo, de Tornavacas, Pureza Canelo, de Moralejas, y así hasta un centenar de hombres importantes de la lírica.

Igualmente sucede con la narrativa. Sería imposible nombrar a tanto bueno escritores como quisiéramos. Una muestra: Francisco Sánchez de las Brozas “El Brocense”, Benito Arias Montano, nacido en Fregenal de la Sierra y enterrado en Sevilla, (explicar), Hernán Cortés, de Medellín y muerto en Castillejo de la Cuesta, Sevilla, cuando acompañaba al séquito del rey Felipe II, y a quien le debemos Las Crónicas del Nuevo Mundo, Juan Sorapán de Rieros, de Logrosán, Juan Pablo Forner Segarra, nacido en Mérida, Adelardo López de Ayala, nacido en Guadalcanal, Sevilla, pueblo que había pertenecido a la Baja Extremadura, por lo que él siempre se consideró extremeño, José Cascales Muñoz, Mario Roso de Luna, de Logrosán, cuya tumba se conserva en el Cementerio Civil de la Almudena en Madrid, Felipe Trigo, de Villanueva de la Serena e igualmente inhumado –en segunda sepultura- en el cementerio católico de la Almudena, (explicar) Antonio Reyes Huertas, de Campanario, José López Prudencio, nacido y sepultado en su ciudad de Badajoz, Enrique Díaz-Canedo, Arturo Barea, nacido en Badajoz y muerto en Inglaterra, Pedro Caba, el filósofo de Arroyo de la Luz, en donde se encuentran sus restos, Francisco Valdés, nacido en Don Benito en cuyas tapias del cementerio fue fusilado en 1936, Víctor Chamorro, nacido en Hervás, Jesús Alviz Arroyo, de Acebo, Javier Cercas, de Ibahernando, Luis Landero, de Alburquerque, y no quiero seguir cansándoles con tantos nombres que merecerían cada uno de ellos un profundo estudio.

Espero haber llamado su atención lo suficiente, como para que busquen estos nombres tan esenciales en nuestra cultura, tanto nacional como autonómica, y entre todos seamos capaces de recuperar su memoria, que es la memoria y la historia de nuestra tierra extremeña. Muchas gracias por su atención.

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