miércoles

HOMENAJE AL POETA FRANCISCO CERRO EN PARLA

25 DE FEBRERO DE 2012
Ricardo Hernández Megías
Teatro Isaac Albéniz

En la vida diaria, y eso todos lo podemos observar si ponemos un poco de atención, podemos ver que hay hombres que se parecen a los pavos reales: necesitan extender las suntuosas y bellas plumas de su cola para llamar la atención a su alrededor, aunque al final, triste verdad, todo quede en que el animal no es más que una simple gallinácea. Es decir, toda su belleza es exterior, momentánea, innecesaria, incapaz de comprender nosotros a qué viene tales espavientos sin que tengan un fin que los justifiquen.

Por el contrario, nos encontramos a nuestro alrededor con otros hombres completamente diferentes. Han hecho de la sencillez la mejor de sus virtudes y andan entre nosotros haciendo el bien, pero sin que ello se note demasiado. En muchos casos son personajes incomprendidos, porque en este mundo de rivalidades obscenas no hay sitio para la humildad; nos puede llegar a molestar su sencillez, su falta de rivalidad, cuando andamos por este mundo a empujones esforzándonos en desplazar de su sitio a nuestros vecinos para ocupar nosotros su sitio. No podemos llegar a entender que haya hombres a quienes les tenga sin cuidado el sitio que ocupen en la sociedad y que no pretendan ganarlos por las buenas o con malas artes.

Esta somera introducción sobre la condición humana podría servirnos como carta de presentación para el poeta que hoy, y felicito a la Asociación Carolina Coronado por su acierto, homenajeamos en esta fiesta anual dedicada a rescatar las figuras de los poetas extremeños. Me estoy refiriendo al poeta Francisco Cerro Ramos, que entre otras muchas tareas ocupa en estos momentos la presidencia del Círculo extremeño de Torrejón de Ardoz.

Tengo que reconocer que me cuesta ser imparcial a la hora de hablar de Paco Cerro, pues me considero su amigo, así lo tengo a gala, y ya sabemos que los amigos no son los más adecuados a la hora de ensalzar sus valores, pues el diario roce hace que los méritos y los defectos se vean de manera más suavizada.

Pero me vas a permitir, querido amigo, que yo que no soy poeta, te reciba hoy de manera poética, levantando un figurado vaso de vino, como hacemos tantas tardes en nuestro querido Círculo, mientras nos contamos nuestros pormenores, y te diga:

De aquel jarrón de vino que a nadie perjudica,
llena tu copa y bebe, y sírveme a mí otra,
compañero, antes de que haga, sin prestar atención,
con tu tierra y la mía un jarrón el alfarero.

* * *

¿Por qué guardas tu vino, compañero?
¿Qué pueden darte a cambio de tu vino?
¿Dinero…? ¿Y qué puede darte el dinero?
¿Poder…? ¿Pues no eres dueño del mundo cuando tienes en tus manos una copa?
¿Riqueza…? ¿Hay alguien más rico que tú, que en tu copa tienes oro, rubíes, perlas y sueños?
¿Amor…? ¿No sientes arder la sangre en tus venas cuando la copa besa tus labios?
Toma tu vaso, amigo y bebe conmigo,
que el camino es muy largo y fuera hace tanto frío…

Hoy quiero hablar sobre de ti, de mis sentimientos hacia un hombre bueno que ha hecho de la vida un permanente acto de servicio a los demás y de amor a su tierra extremeña. Y quiero hablar porque como decía el gran Quevedo:

No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Veréis, queridos amigos, que la forma más hermosa de dirigirse a otros hombres, sea en el dolor o en la alegría, en la amistad o en el desencuentro, siempre es la poesía, y de esto sabe mucho el homenajeado. ¡La Poesía! ¿Qué es la Poesía? (*) Nadie podría definirla. La poesía es resbaladiza, fugitiva, inasible. Apenas un rumor: aplicar el oído y sentir al punto cómo se desvanece. Nunca se entrega ni declara su nombre. Canta y no se deja oir. Grita y es puro silencio. No nos pertenece. La sospechamos, no es de este mundo. Si pasara a nuestro lado ¿cómo conocerla? No tiene forma ni contorno. Nos ciega, si nos mira. Nos aniquila, si nos toca. ¿Con qué segunda e imposible vida recordarla, reconocerla? ¿De qué referencia servirnos para ubicarla, si no deja rastro al pasar, si se difumina su estela cuando nos volvemos para mirarla? Sentir y no saber es tal vez la única manera de atraparla siquiera fugazmente. Porque la poesía no es percepción sino el aroma que deja un aroma, quizá sólo la dudosa memoria de un susurro que alguna vez creímos intuir. Es la poesía la más singular y compleja de las artes literarias. Pero al mismo tiempo puede ser la más sencilla, la menos sofisticada. Al fin depende todo de la luz, de la luz que ilumina al poeta y/o de la luz que él mismo puede llegar a proyectar.

Pero más y mejor de lo que yo pueda señalar sobre la poesía lo dirá directamente el poeta con palabras mucho más hermosas cuando nos recite algunos de sus poemas, porque, amigos, los poetas tienen el secreto de hablarnos con palabras tan hermosas que un humilde prosista como soy yo no alcanzo a escribir.

Permítanme presentar a quien hoy merecidamente homenajeamos ¿Qué méritos concurren en él para que estemos hoy, aquí, en este bello Teatro de Parla, todos nosotros pendientes de sus versos?

Francisco Cerro Ramos, como tantos de los hoy aquí presentes, es uno de los muchos extremeños que tuvimos que salir de nuestra tierra buscando una mejor vida para nuestras familias. Nacido en Torremocha (Cáceres), su infancia la pasa en otro pueblo cercano, Casas de Don Antonio, hasta el momento en que con el corazón muy apretado por la congoja, decide marchar a Valencia, ciudad en la que permanece durante 25 años y en la que le nacen sus dos hijos. Pero allá donde vaya un extremeño estará Extremadura. Esto no lo saben –no lo quieren saber– los políticos apoltronados en sus sillones y aferrados a sus bien retribuídos puestos oficiales. Por el contrario, aquellos que amamos de corazón a nuestra tierra (a veces incomprensiblemente), trabajamos por mantener vivas nuestras raíces, por muchas que sean las dificultades que nos encontremos. Cerro es uno de estos hombres que señalamos. Sin mirar atrás con ira, lo primero que hace es fundar el Hogar Extremeño en Valencia, siendo uno de sus directivos y más tarde su Presidente.

Esta nostalgia por la tierra añorada; este deseo de volver a la Arcadia de la infancia perdida, será la que le apremie a escribir sus primeros versos, que, estoy seguro, serían versos de nostalgia. Paco Cerro es un poeta autodidacto que se mueve siempre por nobles y bellos sentimientos: bien sean familiares o, en el mayor de los casos, de amistad. Esa es la palabra que en ella misma encierra todo el universo del poeta. Pero todo en él es puro sentimiento. No le habléis de corrientes poéticas, ni de escuelas literarias. Él tiene la suya personal e intransferible: su amor a sus semejantes. Y ahí caben todas las tendencias que en el mundo han sido. Pero su campo literario es mucho más amplio que la poesía: ha colaborado en los diarios Hoja del Lunes, Levante y Las Provincias. Su labor humanitaria le supuso ser merecedor del premio “El Buñol de Oro”. Es miembro del jurado de varios premios de poesía, entre los que destaca el “Rafael García-Plata de Osma” que anualmente concede el círculo Extremeño de Torrejón de Ardoz. Miembro de varias Asociaciones culturales, su más querido galardón es el ser miembro de la Real Orden de los Caballeros de Yuste. Ha dado numerosas conferencias y recitales poéticos, siendo valorado como un gran rapsoda.

Francisco Cerro junto a Ricardo Hernández
Pero no todos van a ser halagos. Paco tiene un “pequeño” defectillo que yo voy a denunciar aquí maliciosamente. Tiene tan asumida su humildad que hay que estar tirando permanentemente de él para que dé a conocer sus poemas. No concibe que lo que él hace como fruto maduro de su permanente amor a los demás, sea motivo de homenajes o reconocimientos. Y eso que lleva en su haber un amplísimo historial de premios que para sí quisieran poetas afamados y de relumbre mediática. Cuando le comunicaron que le íbamos a hacer este merecido homenaje y que yo iba a ser su introductor, me llama a casa casi pidiéndome clemencia y diciéndome que quería renunciar al mismo porque él no era merecedor del homenaje. Otra vez el hombre frente a su grandeza.

Como hoy es tu fiesta, yo no quiero querido amigo quitarte tiempo con mis circunloquios y sí quisiera que este público que nos acompaña disfrutara con tu poesía. Esa poesía que nace del más profundo y arraigado amor hacia tu esposa, tus hijos, tus amigos; de tu recordada, añorada y cantada tierra extremeña.

Se calla el amigo y comienza el poeta. Felicidades.

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